Cryptogate
La crisis de confianza que enfrenta Javier Milei no tiene precedentes. El estallido del escándalo de Libra, que salpica directamente al Gobierno y al propio presidente, ha generado una ola de desconfianza que no encuentra freno. Acorralado por las críticas y el descrédito, Milei optó por un plan de emergencia: salir del país y buscar refugio en el ala ultraconservadora de Estados Unidos. Pero lo que en principio pareció un intento de oxigenar su imagen internacional, terminó exponiendo aún más su fragilidad.
El CryptoGate, como ya se ha bautizado al escándalo, ha tenido un impacto devastador en la opinión pública. La caída de la confianza en el Gobierno es notoria, incluso entre los propios votantes de Milei. La imagen de un presidente inmaculado, incorruptible y ajeno a los vicios de la «casta» se resquebrajó en cuestión de días. Y en medio de esa tormenta, Milei volvió a apostar por la escena internacional como tabla de salvación.
Un respaldo de papel
El viaje a Estados Unidos, el noveno desde que asumió, tuvo como punto culminante la foto con Donald Trump. Lejos de la imagen de pasillo que muchos esperaban, la instantánea se tomó en un despacho, con una mesa de por medio y una puesta en escena cuidadosamente armada. Pero el encuentro no duró más de diez minutos. Fue un saludo rápido, una foto y poco más. Sin embargo, desde la Casa Blanca se distribuyó la imagen, lo que le permitió al Gobierno venderla como un gran logro diplomático.
El problema es que ese respaldo internacional no alcanza para tapar el escándalo que lo acorrala en Argentina. Los diarios de Brasil titularon sobre la cripto estafa, Pedro Sánchez en España hizo referencia al escándalo en un discurso y hasta Gustavo Petro y Claudia Sheinbaum marcaron distancia. La dimensión internacional del caso pone en jaque la credibilidad de Milei y deja en evidencia que su estrategia de victimizarse y polarizar ya no es suficiente.
La tormenta que Milei no puede esquivar
El problema central para Milei no es solo la investigación judicial y la imputación que enfrenta, sino el golpe brutal a su relato. La estafa de Libra no es simplemente un tema económico o financiero, sino que afecta el núcleo mismo de la narrativa libertaria: la idea de que Milei era distinto, honesto y un genio de las finanzas. Ahora, ni lo uno ni lo otro.
Las encuestas ya reflejan el cimbronazo. Solo la mitad de sus votantes le creyó las explicaciones que dio y un sector importante de quienes lo apoyaron está a un paso de la desilusión total. La entrevista con Jonatan Viale, donde intentó defenderse y terminó interrumpiendo abruptamente la conversación, fue el golpe de gracia. Milei quedó desnudo frente a la cámara y ante el país.
Lo que está en juego no es solo su gestión de Gobierno, sino su propia supervivencia política. Las crisis económicas pueden ser amortiguadas con medidas macro, pero cuando el problema es la credibilidad, no hay viaje ni foto que lo solucione. Y Milei está al borde de perder el último capital que le quedaba: la confianza de la gente.
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