En su implacable editorial, Roberto Navarro señaló que el gobierno de Javier Milei tambalea sobre una cornisa de escándalos, ajuste brutal y presión internacional. La revelación de que la justicia podría acceder al celular de Karina Milei, su hermana y jefa de campaña, en el marco de la investigación por una estafa millonaria con criptomonedas, amenaza con convertirse en un terremoto político de proporciones impensadas. Mientras tanto, la economía se hunde en una recesión histórica y el Fondo Monetario Internacional aprieta las clavijas, exigiendo un ajuste aún más draconiano. El gobierno libertario, que prometía «quemar el Banco Central», está atrapado en su propia red de mentiras y estafas.
La caja negra del poder: Karina Milei y los secretos de la estafa cripto
La posibilidad de que la justicia acceda a los mensajes de Karina Milei abre un abanico de interrogantes que el oficialismo prefiere evitar. Se habla de más de cien contactos entre Karina y Heiden Davis, uno de los actores clave en el presunto esquema fraudulento que involucró el desfalco de millones de dólares.
Lo que hasta hace poco parecía una simple disputa entre bandas de estafadores podría transformarse en una prueba irrefutable de cómo el entorno presidencial participó en maniobras de lavado y fuga de capitales. No estamos hablando de un hecho menor: hay registros de transferencias millonarias desde billeteras virtuales que se evaporan en la oscuridad del sistema financiero.
Mientras tanto, Milei pretende tapar la tormenta con una cortina de humo mediática, atacando a sus enemigos políticos, a los sindicatos, a la universidad pública y a cualquiera que ose cuestionar su gestión. Pero la realidad es implacable: la corrupción ya no es solo una acusación, sino una evidencia tangible que pronto podría explotar en su propia cara.
El FMI quiere dólares, el pueblo hambre
Mientras el gobierno se tambalea bajo el peso de la investigación criminal, la economía colapsa y el Fondo Monetario Internacional empuja a Milei a un ajuste cada vez más brutal. El FMI exige un precio para sostener el delirio ultraliberal del presidente: una devaluación feroz, despidos masivos y la destrucción de lo que queda del Estado.
La realidad golpea con números de terror: el consumo se desploma a niveles de pandemia, las ventas minoristas cayeron un 15% interanual y el desempleo acecha a cientos de miles de trabajadores. La receta libertaria es un veneno letal para la economía: los salarios pulverizados no generan consumo, las empresas no venden y el país se hunde en una espiral de recesión que amenaza con desatar una crisis social de dimensiones impredecibles.
En paralelo, la desesperación del gobierno por conseguir dólares lo lleva a maniobras desesperadas, como la intención de designar jueces por decreto para controlar la Corte Suprema y garantizar impunidad. Como si no bastara con la falta de transparencia, ahora Milei quiere gobernar sin Congreso y con una justicia a medida, al mejor estilo de las dictaduras bananeras.
Un gobierno al borde del abismo
El escándalo del celular de Karina Milei es apenas la punta del iceberg. Lo que se juega aquí no es solo el destino de una investigación judicial, sino la credibilidad misma de un gobierno que llegó al poder vendiendo un relato de «casta contra libertad» y que hoy está atrapado en su propia red de negociados oscuros.
La pregunta es hasta cuándo podrá sostenerse este castillo de naipes antes de que se derrumbe. Porque la historia demuestra que los gobiernos que ajustan sin anestesia y se entregan a los intereses del poder financiero internacional terminan devorados por la realidad. Y Milei, cada vez más aislado y acorralado, parece estar en la cuenta regresiva de su propio ocaso.
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