El avance del crimen organizado y la complicidad del Estado nacional
El incremento del crimen organizado en Argentina tiene un responsable claro: el presidente Javier Milei. A pesar de sus promesas de orden y seguridad, el libertario ha demostrado ser el garante de un modelo de país donde el narcotráfico avanza sin control y la violencia se multiplica en las calles. Su política de desfinanciamiento, su desinterés en reforzar los controles fronterizos y su desprecio por el federalismo han convertido a la Argentina en un territorio cada vez más dominado por el crimen organizado.
Un presidente que ataca, pero no gobierna
El gobernador bonaerense Axel Kicillof lo advirtió con claridad: «Milei es el principal responsable del narcotráfico». En una conferencia de prensa, Kicillof expuso la negligencia del presidente en un tema que debería ser prioritario. En lugar de asumir su responsabilidad en el combate al crimen organizado, Milei ha optado por el camino del enfrentamiento político, atacando a la provincia de Buenos Aires y amenazando con intervenirla, en un claro intento de desviar la atención de su propio fracaso.
El libertario ha desplegado una estrategia peligrosa: mientras el crimen se apodera de las calles, él se refugia en las redes sociales, lanzando ataques sin fundamento contra sus opositores y evitando cualquier acción concreta. La realidad, sin embargo, es innegable. La provincia de Buenos Aires, al igual que otras regiones del país, padece un crecimiento exponencial del narcotráfico, y el gobierno nacional ha decidido mirar hacia otro lado. Como denunció Kicillof, el narcotráfico es un delito federal que comienza con el ingreso de droga por las fronteras, un área de control exclusiva de la Nación. Sin embargo, la administración Milei no ha reforzado la seguridad en esos puntos críticos ni ha desplegado políticas para contener el avance del crimen organizado.
Milei y la seguridad: entre la improvisación y la irresponsabilidad
La amenaza de intervención de la provincia de Buenos Aires por parte de Milei no es solo un gesto autoritario, sino también una cortina de humo para ocultar su falta de gestión. Los hechos demuestran que el gobierno libertario no tiene un plan de seguridad, más allá de sus frases efectistas y su discurso incendiario en redes sociales. El crimen crece mientras el presidente juega a ser un provocador digital.
El caso de Rosario es paradigmático. La ciudad santafesina sufre una crisis de violencia inédita, con el narcotráfico controlando barrios enteros y una escalada de homicidios sin precedentes. La respuesta del gobierno de Milei ha sido pedir patrulleros a la provincia de Buenos Aires sin garantizar ni siquiera el suministro de combustible y municiones para las fuerzas de seguridad. Un nivel de desidia y abandono que confirma que la seguridad no es una prioridad para el oficialismo.
Un gobierno que prioriza la persecución política sobre la lucha contra el crimen
En lugar de trabajar en conjunto con las provincias para combatir el delito, Milei ha optado por la confrontación. Su embestida contra Kicillof es un claro intento de desviar la atención de los escándalos que lo rodean, como la investigación internacional sobre corrupción en el entorno presidencial vinculada al mundo de las criptomonedas. La amenaza de intervención a la provincia no solo es un acto inconstitucional, sino que revela su verdadero objetivo: consolidar un poder autoritario mientras deja a la sociedad a merced del crimen.
El ataque a la democracia es evidente. Como señaló Kicillof, «hay cosas que no se tocan: la democracia, el federalismo y la Constitución». Sin embargo, Milei avanza con una agenda que no contempla el respeto por las instituciones, sino su propio beneficio. Su intento de manipular la crisis de seguridad en Buenos Aires para justificar una intervención es un ejemplo más de su desprecio por el sistema democrático.
El repudio a las amenazas de Milei y la unidad en defensa de la democracia
El intento de Milei de intervenir la provincia de Buenos Aires generó un rechazo unánime en distintos sectores políticos. Desde Cristina Fernández de Kirchner hasta Sergio Massa y Máximo Kirchner, pasando por intendentes y legisladores de distintos espacios, el repudio fue categórico. La ofensiva presidencial, lejos de debilitar al gobernador, terminó por fortalecerlo políticamente, uniendo a sectores del peronismo que habían estado distanciados.
Milei, en su desesperación, ha revelado sus verdaderas intenciones: concentrar el poder a cualquier costo, sin importar las consecuencias para la seguridad del país. Mientras tanto, el narcotráfico avanza sin freno, los homicidios aumentan y la ciudadanía queda a merced de un Estado ausente.
El fracaso de Milei y la urgencia de un cambio de rumbo
La situación de inseguridad que atraviesa Argentina no es casualidad, sino el resultado de un gobierno que ha elegido la provocación en lugar de la gestión. La estrategia de Milei, basada en la confrontación y la distracción, ha fracasado rotundamente. No solo no ha logrado frenar el avance del crimen organizado, sino que lo ha potenciado al desfinanciar las políticas de seguridad y permitir que el narcotráfico se consolide en distintos puntos del país.
La crisis es innegable y requiere respuestas urgentes. Mientras Milei se dedica a lanzar amenazas desde su cuenta de X, la realidad golpea con dureza a miles de argentinos que viven bajo el acecho del crimen. Es momento de exigir que el presidente deje de lado su show mediático y asuma su responsabilidad en la lucha contra la inseguridad. De lo contrario, la Argentina continuará su camino hacia una crisis sin retorno, con un gobierno que ha demostrado ser el principal aliado de la delincuencia organizada.
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