El gobierno de Javier Milei avanza en la negociación de un nuevo préstamo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), buscando oxígeno financiero en un año electoral. Pero lejos de ser una solución, este nuevo endeudamiento implica más condicionamientos, mayor dependencia del organismo y un ajuste aún más feroz sobre la sociedad argentina.
Un préstamo que hipotecará el futuro
El gobierno negocia con el FMI una línea de crédito de hasta 20.000 millones de dólares, de los cuales 8.000 millones serían desembolsos frescos y el resto destinado a cubrir los vencimientos de capital e intereses hasta 2028. En otras palabras, el gobierno no solo busca endeudarse aún más, sino también patear hacia adelante los compromisos asumidos con el organismo.
Este préstamo no es gratuito: el FMI impone estrictas condiciones de ajuste fiscal, reducción del gasto público y reformas estructurales que históricamente han significado más recortes en salud, educación y jubilaciones. ¿Qué margen de maniobra le queda a Milei después de un ajuste brutal en apenas tres meses de gestión?
El mismo círculo vicioso de siempre
Argentina tiene una larga historia de crisis provocadas por el FMI. Desde el retorno de la democracia, el país ha firmado más de 20 acuerdos con el organismo, todos con recetas similares: austeridad, apertura de la economía, privatizaciones y desregulación. El resultado siempre ha sido el mismo: más pobreza, más desempleo y más deuda.
El último gran antecedente es el préstamo récord de 57.000 millones de dólares otorgado al gobierno de Mauricio Macri en 2018. Ese acuerdo, impulsado por el entonces presidente estadounidense Donald Trump, no sirvió para mejorar la economía argentina, sino para facilitar la fuga de capitales y agravar la crisis. Hoy, Milei busca repetir la misma fórmula, confiando en su relación con Trump para destrabar el financiamiento.
¿Quién se beneficia con el préstamo?
Lejos de representar un alivio para la sociedad, el nuevo préstamo del FMI beneficia a un sector muy claro: los grandes fondos de inversión y las corporaciones que hacen negocios con la deuda externa. Mientras Milei recorta jubilaciones y paraliza la obra pública, su ministro de Economía, Luis Caputo—ex funcionario de Macri y artífice del endeudamiento con el FMI en 2018—busca asegurar el pago a los acreedores internacionales.
Este esquema no solo profundiza la crisis social, sino que también atenta contra la soberanía económica del país. Con cada préstamo del FMI, Argentina pierde margen de decisión sobre su política económica y queda atada a las exigencias del organismo.
Más ajuste, menos crecimiento
Uno de los argumentos del gobierno es que el préstamo traerá estabilidad cambiaria y reducirá la inflación. Sin embargo, la realidad indica lo contrario. El ajuste brutal y la recesión profundizada por las políticas de Milei solo agravarán la crisis, reduciendo el consumo y paralizando la economía.
El economista Horacio Rovelli advirtió que el acuerdo con el FMI es un «pacto de sometimiento» que solo servirá para garantizar el pago de la deuda y perpetuar la dependencia financiera. En la misma línea, el ex ministro de Economía Axel Kicillof sostuvo que «el FMI no trae soluciones, solo exige más ajuste».
Una trampa disfrazada de salvación
El nuevo préstamo del FMI no es una solución, sino una trampa que condenará a Argentina a más deuda y más recortes. Como ha ocurrido una y otra vez, el país no verá inversiones ni crecimiento, sino un modelo extractivo en el que los únicos ganadores son los especuladores y los organismos internacionales.
Milei y Caputo no están negociando para mejorar la vida de los argentinos, sino para sostener un esquema de saqueo financiero que beneficia a los mismos actores de siempre. La pregunta no es si el FMI le dará el préstamo a Argentina, sino cuánto costará ese “rescate” en términos de sufrimiento social y pérdida de soberanía.
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