Raizen, la petrolera que opera las estaciones Shell, inicia la venta de sus activos en el país. Con la salida de ExxonMobil, HSBC y Mercedes-Benz, el éxodo de empresas extranjeras cuestiona el atractivo inversor que promueve el Gobierno.
La multinacional Raizen, que controla la refinería Dock Sud y más de 700 estaciones de servicio Shell, contrató a JP Morgan para liquidar sus activos en Argentina. Este movimiento se suma a una larga lista de empresas que abandonan el país, poniendo en duda las promesas de estabilidad y apertura económica del Gobierno de Javier Milei.
El Gobierno de Javier Milei se enfrenta a un nuevo golpe en su intento por atraer inversiones y estabilizar la economía argentina. Raizen, la petrolera brasileña que opera las estaciones de servicio Shell en el país, ha iniciado el proceso de venta de sus activos, sumándose así al éxodo de multinacionales que han decidido abandonar Argentina en los últimos meses. La empresa, una sociedad entre el holding brasileño Cosan y la anglo-holandesa Shell, contrató al banco de inversión JP Morgan para valuar y liquidar sus operaciones en el país. Este movimiento no solo marca el fin de una era para una de las refinerías más antiguas de Argentina, sino que también pone en evidencia las limitaciones del modelo económico que promueve el Gobierno.
Raizen busca desprenderse de dos activos clave: la refinería Dock Sud, con una capacidad de procesamiento de 100.000 barriles diarios, y la red de más de 700 estaciones de servicio Shell, que representan el 18% de las ventas de combustible en el país. La decisión de la empresa no es casual. Desde su llegada al poder, Milei ha promovido un discurso de apertura económica y estabilidad, pero la realidad parece ser muy diferente. Las restricciones cambiarias, conocidas como el «cepo», y las dificultades para repatriar dividendos al exterior han convertido a Argentina en un destino poco atractivo para las inversiones extranjeras.
Lo irónico es que, en noviembre de 2024, el propio Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, recibieron en Casa Rosada a los ejecutivos de Raizen: Rubens Ometto Silveira Mello, Ricardo Dell Aquila Mussa, Teófilo Lacroze y Andrés Cavallari. En aquel encuentro, el Gobierno intentó convencer a la empresa de que Argentina era un lugar seguro para invertir. Sin embargo, menos de un año después, Raizen ha decidido marcharse. ¿Qué cambió en este tiempo? La respuesta parece estar en la falta de políticas concretas que faciliten la operación de las empresas extranjeras y en la persistencia de un sistema cambiario que ahoga cualquier intento de crecimiento.
La relación entre Raizen y Shell es compleja y se remonta a años atrás. En 2018, Raizen compró las estaciones de servicio de Shell en Argentina por USD 950 millones, en una operación que fue presentada como un «reacomodamiento» dentro del sector. «La mitad de Raizen es de Shell», explicó en su momento Teófilo Lacroze, CEO de la compañía. Sin embargo, esta alianza estratégica no fue suficiente para superar los desafíos que enfrentan las empresas en Argentina. En 2023, Raizen fue denunciada por la Dirección General de Aduanas por maniobras fraudulentas en comercio exterior, incluyendo casos de sobrefacturación que llegaron al 3.741%. Estos escándalos, sumados a las restricciones cambiarias, han terminado por convencer a la empresa de que es hora de irse.
Pero Raizen no es la única. En los últimos meses, multinacionales como ExxonMobil, HSBC y Mercedes-Benz han anunciado su salida del país, mientras que otras, como la noruega Equinor, están evaluando la venta de sus activos. Este éxodo masivo de empresas extranjeras no solo es un golpe a la economía argentina, sino también una señal de alarma sobre el atractivo inversor del país. A pesar de las promesas de Milei de convertir a Argentina en un paraíso para los inversores, la realidad es que las empresas siguen enfrentando obstáculos insalvables para operar y repatriar sus ganancias.
El cepo cambiario es, sin duda, uno de los principales culpables de esta situación. Las restricciones para acceder a dólares y girar dividendos al exterior han convertido a Argentina en un destino poco confiable para las inversiones. Como señalaron varios analistas, las empresas no se van porque operar en el país sea un mal negocio, sino porque las reglas del juego las obligan a quedarse con pesos que no pueden convertir en divisas. Este escenario no solo desincentiva la llegada de nuevos capitales, sino que también empuja a las empresas ya establecidas a buscar mercados más amigables.
La salida de Raizen es particularmente simbólica porque afecta directamente a uno de los sectores que el Gobierno ha promocionado como clave para el crecimiento económico: Vaca Muerta. La refinería Dock Sud, que Raizen busca vender, es una pieza fundamental en la cadena de suministro de combustibles en Argentina. Su cierre o venta a un operador menos capacitado podría tener repercusiones negativas en el precio y la calidad de los combustibles, afectando a millones de argentinos.
En definitiva, la decisión de Raizen de abandonar Argentina es un duro golpe para el Gobierno de Milei y su promesa de atraer inversiones extranjeras. Lejos de consolidarse como un destino atractivo para los capitales internacionales, el país sigue siendo visto como un lugar riesgoso y poco confiable. El éxodo de multinacionales no solo cuestiona la eficacia de las políticas económicas del Gobierno, sino que también deja en evidencia la falta de soluciones concretas para los problemas estructurales que afectan a la economía argentina.
Mientras Milei insiste en su discurso de apertura y estabilidad, las empresas votan con los pies. Y en este caso, el veredicto es claro: Argentina no es el lugar que prometió ser. La pregunta que queda en el aire es cuántas más seguirán el ejemplo de Raizen antes de que el Gobierno decida enfrentar los problemas de fondo. Por ahora, el éxodo continúa, y con él, las dudas sobre el futuro económico del país.
Fuente:
Deja una respuesta