Al borde del colapso: El dólar barato, la deuda no para de crecer y las reservas en rojo

Con un saldo negativo de U$S 10.000 millones en reservas netas y un déficit cambiario que se agrava, el Banco Central enfrenta un escenario crítico. Mientras el FMI presiona por una devaluación, el gobierno de Milei parece aferrarse a una política insostenible que beneficia a pocos y perjudica a muchos.

El Banco Central de la República Argentina (BCRA) atraviesa uno de sus momentos más críticos en los últimos años. Las reservas netas, un indicador clave para medir la solvencia económica del país, se encuentran en terreno negativo, con un saldo de U$S -10.000 millones. Este dato no solo refleja la fragilidad del sistema financiero, sino que también pone en evidencia las contradicciones de una política cambiaria que, lejos de resolver los problemas, los agrava. En medio de este escenario, el Fondo Monetario Internacional (FMI) exige una devaluación del peso, mientras el gobierno de Javier Milei insiste en mantener un dólar artificialmente bajo. ¿Es esta una muestra más de la desconexión entre las medidas económicas y la realidad que vive el país?

Las reservas brutas del BCRA cayeron a U$S 28.307 millones, su nivel más bajo en tres meses. Aunque voceros del Central atribuyen este descenso a movimientos contables y pagos de deuda, la realidad es que las reservas netas, que descuentan las obligaciones de corto plazo, se mantienen en números rojos. Según un informe de Portfolio Personal (PPI), las reservas netas alcanzaron los U$S -10.140 millones, una cifra alarmante que no dista mucho de los U$S -11.471 millones registrados cuando Milei asumió la presidencia. Este panorama se agrava con el pago de intereses trimestrales al FMI, que ascienden a U$S 640 millones y que podrían profundizar aún más la crisis.

Pero ¿cómo se llegó a esta situación? A lo largo de 2024, el BCRA compró alrededor de U$S 23.000 millones en el mercado oficial. Sin embargo, estos esfuerzos se vieron opacados por los pagos de Bonares, Globales y los Bopreales, unos bonos en dólares emitidos para cubrir las deudas con importadores. Esta maniobra, que algunos califican como una «estatización de la deuda privada», significó un pasivo de U$S 10.000 millones para el Central. En otras palabras, mientras el gobierno intenta mostrar una imagen de estabilidad, las cuentas internas revelan un escenario de extrema fragilidad.

El FMI, por su parte, no ha tardado en reaccionar. El organismo internacional sigue de cerca la evolución de las reservas netas, un indicador clave para evaluar la capacidad del país para honrar sus deudas. Aunque el Fondo celebró el diálogo «altamente positivo y constructivo» con el gobierno argentino, también dejó en claro que la negociación continuará en las próximas semanas. Entre los puntos de discordia se encuentra la política cambiaria, que el FMI considera insostenible. Mientras el gobierno mantiene un tipo de cambio artificialmente bajo, el organismo insiste en la necesidad de una devaluación que permita acumular reservas y recuperar la competitividad de la economía.


Pero el gobierno de Milei parece empeñado en seguir adelante con su estrategia. Desde febrero, la tasa de devaluación programada se redujo al 1% mensual, lo que, en un contexto de inflación del 2 al 3% mensual, asegura que el peso seguirá sobrevaluándose. Esta política, que beneficia a sectores específicos como los importadores, tiene un costo elevado para el resto de la economía. Los exportadores, por ejemplo, se ven perjudicados por un dólar barato que desalienta la producción y la inversión. Además, el «blend» que permite a los exportadores liquidar el 20% de sus divisas en el mercado de bonos ha generado un déficit cambiario que complica aún más el panorama.

El balance cambiario de diciembre refleja esta realidad. Por primera vez desde que Milei asumió la presidencia, el saldo cambiario del comercio de bienes arrojó un resultado negativo de U$S 39 millones. Este dato, que contrasta con el superávit comercial de U$S 1.666 millones calculado por el Indec, se explica en gran medida por el «blend» y la falta de competitividad de la economía. A esto se suma el déficit en la cuenta corriente, que acumula siete meses en rojo y refleja un flujo negativo de divisas que no hace más que agravar la crisis.

En este contexto, las críticas al gobierno no se hacen esperar. Economistas y analistas coinciden en que la política cambiaria de Milei no solo es insostenible, sino también perjudicial para el país. Mientras el FMI exige una devaluación, el gobierno parece aferrarse a una estrategia que beneficia a unos pocos en detrimento de la mayoría. ¿Hasta cuándo podrá sostenerse esta política? La respuesta parece estar en las reservas, que cada día están más cerca del colapso.

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