Seis presos escaparon de una alcaidía porteña tras reducir a dos oficiales. La segunda fuga masiva en menos de dos meses expone la crisis de seguridad en la Ciudad de Buenos Aires.
Mientras el gobierno de Jorge Macri promete «mano dura», las fugas en comisarías y alcaidías se multiplican. ¿Es la sobrepoblación penitenciaria la única culpable o hay fallas estructurales en la gestión de seguridad?
La tarde del 9 de febrero de 2025, el barrio de Caballito fue escenario de una nueva fuga masiva de presos. Seis detenidos de la Alcaidía 6A maniataron y golpearon a dos oficiales de la Policía de la Ciudad, robaron un celular y escaparon en un taxi que los llevó hasta Lanús. Aunque dos de ellos fueron recapturados, los otros cuatro siguen prófugos, mientras las autoridades buscan al taxista que facilitó su huida. Este incidente no es un hecho aislado: es la segunda fuga masiva en menos de dos meses y la decimocuarta en lo que va del año.
El gobierno de Javier Milei, que llegó al poder prometiendo «mano dura» y «cero impunidad», enfrenta una crisis de seguridad que parece no tener fin. Las fugas recurrentes en comisarías y alcaidías de la Ciudad de Buenos Aires no solo exponen la sobrepoblación penitenciaria, sino también fallas estructurales en la gestión de seguridad. ¿Es esto incompetencia o hay algo más oscuro detrás?
En diciembre de 2024, 17 presos escaparon de la Alcaidía 9 de Liniers tras hacer un boquete en la pared. Apenas un mes después, en enero de 2025, otro grupo de ocho detenidos intentó fugarse de una alcaidía de Villa Lugano, aunque su plan fue frustrado. Estos hechos llevaron a la remoción del jefe y subjefe de la Policía porteña, pero las medidas parecen insuficientes.
El ministro de Seguridad, Waldo Wolff, aseguró que «no se permitirá incapacidad ni connivencia», pero las palabras suenan huecas cuando las fugas se repiten. La sobrepoblación en las cárceles es un problema real, pero no puede ser la excusa para justificar la falta de control y la aparente facilidad con la que los presos logran escapar.
La pregunta que todos se hacen es: ¿cómo es posible que seis presos puedan maniatar a dos oficiales, robar un celular y huir en un taxi sin ser detectados? ¿Dónde están los protocolos de seguridad? ¿Qué falló en la cadena de mando?
Mientras tanto, los vecinos de Caballito y otras zonas de la ciudad viven con el temor de que los prófugos cometan nuevos delitos. La sensación de inseguridad crece, y la respuesta del gobierno parece limitarse a sumarios internos y comunicados de prensa.
El gobierno de Milei llegó al poder con la promesa de cambiar las reglas del juego, pero en materia de seguridad, parece que el juego sigue igual. Las fugas masivas no solo son un golpe a la credibilidad de las autoridades, sino también una muestra de que las promesas de campaña no siempre se traducen en acciones concretas.
La ciudadanía merece respuestas claras y soluciones efectivas. Mientras tanto, las fugas siguen sumándose a la lista de fracasos de una gestión que prometió ser diferente.
Los seis prófugos fueron identificados como: Axel Eduardo Ríos, Adrián Emanuel Martín, Matías Ferrari y Eduardo Emanuel Ahaza.






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