Desesperación en productores cordobeses: La crisis lechera es insostenible

Mientras el gobierno de Javier Milei se aferra a estimaciones optimistas sobre el crecimiento de la lechería, la realidad en los tambos cordobeses revela un panorama desolador. Productores advierten que el «escenario es complicado», con menos reservas forrajeras, insumos dolarizados e inflación descontrolada.

En el universo paralelo del gobierno de Javier Milei, la economía argentina crece, la inflación se «autoregula» y la producción lechera promete un optimista 5,7% de incremento en 2025. Sin embargo, fuera de la burbuja libertaria, la Cámara de Empresarios Lecheros de Córdoba (CEL) ofrece una radiografía cruda: «El escenario que se avizora es complicado».

Este diagnóstico no es un capricho ni una queja sectorial. Se trata de la voz de quienes conocen de primera mano la tierra, la vaca y la ordeñadora. A través de un comunicado, el CEL desarmó la narrativa oficial, sumándose al rechazo de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) hacia un informe del Observatorio de la Cadena Láctea (OCLA), que parecía más un acto de fe que un análisis serio.

El optimismo oficial se derrite, literalmente, bajo el sol de un enero sin lluvias. Mientras diciembre de 2024 mostraba un clima favorable, el cambio abrupto de condiciones en enero dejó a los maíces tempranos marchitos, las pasturas en crisis y las reservas forrajeras comprometidas. «Menor oferta forrajera en cantidad y calidad», resumen los productores, enfrentando un doble desafío: el clima y la economía.

La crisis forrajera es solo la punta del iceberg. El CEL enumera una serie de factores que pulverizan cualquier expectativa de crecimiento: menos tambos en actividad, reservas de baja calidad, subproductos de soja y maíz con precios en alza por la reducción de derechos de exportación (DEX) y cosechas flojas. A esto se suman arrendamientos rurales más caros, precios estancados para la leche en tranquera e insumos importados que suben un 2% mensual, todo en un contexto de inflación galopante.

El ajuste libertario no entiende de ciclos productivos ni de sequías. La suba del tipo de cambio al 1% mensual y una inflación que supera el 2% mensual asfixian a los productores. El precio de los bienes de capital para los tambos se ha duplicado en dólares en solo tres años, una evidencia de que el «libre mercado» de Milei es, en realidad, una jaula para el pequeño y mediano productor.

En plena época de siembra de pasturas y verdeos, la incertidumbre domina. La falta de agua y la inestabilidad económica impiden planificar, un lujo que el campo ya no puede permitirse. «Cambian negativamente las expectativas sobre producción de leche en 2025», sentencia el CEL.

Lejos de la retórica de «sacrificio presente para un futuro mejor», el presente ya es insostenible. Los tambos cierran, los productores se endeudan y la lechería, una de las cadenas más emblemáticas del agro argentino, se tambalea.

La realidad es tozuda. No se puede tapar con slogans libertarios ni con informes optimistas. En el campo, el ajuste no es una teoría: es un tambo vacío, una vaca menos, una familia que deja la tierra. Esa es la Argentina real, la que Milei prefiere no mirar.

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