El Gobierno avanza con el cierre de 19 de las 21 oficinas comerciales de Aerolíneas Argentinas en un brutal plan de ajuste que anticipa la privatización de la línea aérea de bandera. Se reduce personal, se vacía estructura y se vende como eficiencia lo que en realidad es desposesión.
El ajuste no viaja en turista.
En nombre de la modernización y la supuesta eficiencia, el gobierno de Javier Milei avanza sin freno en el vaciamiento progresivo de Aerolíneas Argentinas. El anuncio del cierre de 19 de las 21 oficinas comerciales físicas antes de mitad de año representa mucho más que una reestructuración administrativa: es la confirmación de una hoja de ruta clara hacia la privatización total de la línea aérea estatal.
Aerolíneas pierde presencia territorial, el Estado pierde músculo y la ciudadanía pierde derechos.
Desde la empresa alegan que apenas el 1% de los pasajes se venden de forma presencial y que la digitalización es inevitable. Sin embargo, el argumento encubre una verdad mucho más compleja: no se trata sólo de cómo se venden los pasajes, sino de cómo se despliega y sostiene la soberanía territorial y logística de un país de dimensiones continentales como la Argentina.
Cierre masivo y reducción de personal
Las oficinas de Ushuaia, El Calafate, Rosario, Salta, Bariloche, y muchas más ya cerraron. En mayo se suman Mar del Plata y Tucumán. Sólo quedarán en pie las de Córdoba y Mendoza. ¿El resto? Desactivado. El personal será “reubicado” en aeropuertos, si es que no cae bajo la guadaña del recorte, que ya redujo un 15% de la plantilla, dejándola en su punto más bajo desde 2010.
El discurso oficial celebra un “superávit operativo” como señal de eficiencia. Pero ese número positivo no es consecuencia de una gestión virtuosa, sino de una poda sistemática: menos empleados, menos oficinas, menos presencia y más ingresos financieros no operativos. El “superávit” es el maquillaje contable de un cuerpo amputado.
El desmantelamiento como estrategia
Desde diciembre de 2023, cada medida apunta a una sola dirección: hacer de Aerolíneas una empresa vendible. Se achica para que entre en el menú del capital privado. Se vuelve atractiva no por su potencia sino por su fragilidad. Es la vieja receta del neoliberalismo criollo: primero se la vacía, luego se la vende barata y finalmente se la usa como botín empresarial.
Los antecedentes sobran: YPF, ENTEL, Ferrocarriles Argentinos. La historia económica reciente está plagada de “reestructuraciones” que terminaron en privatizaciones con consecuencias desastrosas para el país. ¿Por qué sería distinto esta vez?
Digitalización o exclusión
La digitalización no es una mala palabra. Pero implementarla como excusa para reducir el Estado y expulsar trabajadores lo es. Además, no todos los usuarios acceden con la misma facilidad a plataformas online, sobre todo en zonas alejadas o con escasa conectividad. Las oficinas cumplían un rol territorial, de contención, de cercanía con el pasajero y el ciudadano. ¿Quién asume esa función ahora?
El plan Milei: mercado total, Estado cero
La línea es coherente con la lógica ideológica del gobierno de Javier Milei: eliminar el Estado, dejarlo solo como un garante de negocios privados, destruir la infraestructura pública bajo el pretexto de “eficiencia”. En esa lógica, Aerolíneas no debe ser una herramienta de integración federal ni un servicio público, sino una empresa rentable. Si no lo es, debe desaparecer. Si lo es, debe venderse.
El rol simbólico y estratégico de Aerolíneas
No se trata sólo de una empresa más. Aerolíneas Argentinas representa un símbolo nacional, una herramienta de integración, una presencia estatal en todo el territorio. En muchas provincias, es la única forma de conectar de manera rápida con la capital o con otros destinos del país. Su privatización no sería solo una pérdida logística, sino también cultural y política.
En palabras del propio presidente, el Estado “es una organización criminal”. Bajo esa lógica, todo lo estatal es sospechoso, ineficiente, parasitario. Pero lo que no dice Milei es quién se beneficiará del desguace: grandes grupos económicos, fondos de inversión, capitales extranjeros con apetito por rutas aéreas rentables y subsidiadas con recursos públicos.
¿Qué viene después?
El cierre de oficinas es solo una estación intermedia. La privatización está en marcha. El ajuste laboral, el achicamiento de flota, la concentración en rutas rentables, la marginación de destinos no comerciales. Todo forma parte del mismo plan. ¿Cuál es la diferencia con los años ’90? Que ahora se hace más rápido, con menos resistencia y con un discurso libertario que lo presenta como liberación, cuando en realidad es saqueo.
Aerolíneas Argentinas no necesita menos Estado, necesita más estrategia.
Cerrar oficinas y despedir trabajadores no es modernizar, es amputar. Transformar una herramienta de integración nacional en una empresa a la deriva del mercado es renunciar a la soberanía. Lo que está en juego no es sólo el futuro de una compañía aérea, sino el modelo de país.
Desgüace: Aerolíneas Argentinas cerrará casi todas sus oficinas comerciales

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