El Banco Central en caída libre: las reservas perforan el piso y anticipan un escenario crítico

En un nuevo revés para la economía argentina, las reservas cayeron otros USD 300 millones y alcanzaron su nivel más bajo en seis meses. El gobierno de Javier Milei minimiza la situación, pero los mercados y los exportadores ya anticipan una inevitable devaluación.

Con un Banco Central que pierde dólares a un ritmo acelerado, la «estabilización» prometida por el gobierno libertario tambalea. La falta de confianza en la estrategia oficial y el drenaje de divisas auguran un escenario explosivo. La pregunta ya no es si Milei y Caputo deberán devaluar, sino cuándo y con qué consecuencias.

El relato oficial choca de frente con la realidad: las reservas brutas del Banco Central cayeron a USD 26.783 millones, rompiendo la barrera psicológica de los 27.000 millones de dólares. En tan solo una semana, la entidad quemó cientos de millones para contener el tipo de cambio, pero sin éxito. Mientras el ministro de Economía, Luis Caputo, y su socio político en el Banco Central, Santiago Bausili, intentan vender la ilusión de una «volatilidad esperada», los números dicen otra cosa.

Los mercados ya no tienen paciencia y los inversores comienzan a descontar que la devaluación es inminente. Para frenar la escalada del dólar, los fondos de inversión estiman que el gobierno necesitaría al menos USD 30.000 millones, una cifra completamente fuera del alcance de la administración libertaria. Sin financiación externa y con la liquidación de exportaciones cada vez más trabada, la situación se vuelve insostenible.

Desde el Palacio de Hacienda, Caputo y sus economistas repiten como un mantra que la estabilidad fiscal traerá calma al mercado cambiario. Sin embargo, la realidad muestra que los exportadores están reteniendo divisas, mientras los importadores se lanzan desesperados a comprar dólares antes de que una devaluación oficial dispare los precios. La tensión en el mercado cambiario ya se hace sentir y el Banco Central se encuentra en una encrucijada: seguir dilapidando reservas en una defensa fútil o asumir el costo político de una corrección abrupta del tipo de cambio.

El deterioro de las reservas expone la fragilidad de la estrategia libertaria. Mientras en las redes sociales los economistas afines al gobierno intentan imponer la idea de que todo está bajo control, la calle y los mercados los desmienten. La aceleración del drenaje de divisas no es una simple «volatilidad esperada», sino la evidencia de que la administración Milei carece de los recursos necesarios para sostener su modelo.

El interrogante es hasta cuándo podrá el Banco Central seguir perdiendo reservas antes de que el sistema financiero colapse. La caída constante del stock de dólares plantea una preocupación que pocos en el oficialismo se atreven a verbalizar: ¿hasta cuándo la gente seguirá confiando en el sistema bancario? Si la fuga de capitales se acelera y los ahorristas comienzan a buscar refugio en el dólar físico, el colapso podría estar más cerca de lo que el gobierno quiere admitir.

El relato optimista del oficialismo choca contra la cruda realidad. La supuesta «corrección natural» del mercado se traduce en una caída constante de reservas, un deterioro de la confianza y la inminente necesidad de una devaluación. Sin un ancla confiable y con los inversores huyendo, el «modelo Milei» comienza a mostrar sus límites.

Las próximas semanas serán clave. Si el gobierno insiste en negar la gravedad del problema, el costo de la devaluación será aún mayor. Mientras tanto, los argentinos asisten, una vez más, al eterno ciclo de crisis cambiaria que el dogmatismo económico y la falta de pragmatismo político no hacen más que profundizar.

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