A pesar de liberar controles y ofrecer beneficios fiscales, el primer año del gobierno de Javier Milei está marcado por una histórica contracción del 13,7% en los desembolsos de capitales privados, según la consultora Orlando Ferreres.
El primer año de Javier Milei en la presidencia quedará registrado como el período con la menor inversión privada en Argentina desde 2001. A pesar de su discurso sobre las bondades del libre mercado y la eliminación de regulaciones, los datos son implacables: una caída del 13,7% interanual en los desembolsos de capitales privados en 2024, según el informe de la consultora Orlando Ferreres y Asociados. Este desplome evidencia que las promesas del gobierno libertario han sido un espejismo, incapaz de materializar el tan anunciado “boom” de inversiones.
Los números hablan por sí solos. Desde enero hasta noviembre de 2024, las inversiones privadas registraron caídas mensuales superiores al 20% en comparación con el año anterior. Solo diciembre mostró un leve repunte, con un aumento del 19,9% interanual. Sin embargo, este incremento no responde a un verdadero cambio de tendencia, sino a una base de comparación extremadamente baja tras el desplome de diciembre de 2023, el primer mes de Milei como presidente.
El economista Diego Giacomini, exsocio del mandatario, lo sintetizó de manera contundente: la gestión Milei es la que menos capitales privados atrajo desde la crisis de 2001, un récord poco envidiable que deja en evidencia la desconexión entre la retórica libertaria y la realidad económica.
Una de las principales banderas del gobierno de Javier Milei ha sido la liberalización económica, eliminando controles, reduciendo impuestos y prometiendo un clima propicio para la llegada de inversiones. Pero la dura realidad económica de 2024 demostró lo contrario. La recesión generada por sus propias políticas, caracterizadas por ajustes brutales y una dolarización fallida, ha sembrado un clima de incertidumbre y desconfianza que paralizó a los sectores productivos.
Industria, consumo y construcción son los tres sectores más golpeados por estas medidas. No solo enfrentaron una contracción de su actividad, sino que también acumulan niveles históricos de capacidad ociosa, lo que significa que incluso si la economía lograra repuntar, serían pocos los empresarios dispuestos a invertir. La apuesta del gobierno por un modelo de “libertad económica” se convirtió en una condena al estancamiento.
El sector de la construcción es un reflejo claro del fracaso económico del gobierno de Milei. Según los datos de Ferreres, la inversión en construcción cerró 2024 con una caída del 21,6% interanual, consolidando un cuarto mes consecutivo de desaceleración en su tasa de caída. Este desplome no solo afecta a los trabajadores del sector, sino que también tiene un impacto en cadena sobre la economía en general, dado que la construcción es uno de los motores tradicionales del crecimiento económico.
El discurso oficial intenta justificar esta contracción señalando un supuesto “dólar atrasado” como principal traba. Sin embargo, los problemas del sector trascienden cualquier cuestión cambiaria. La incertidumbre generada por las políticas gubernamentales y la falta de incentivos reales han llevado a una parálisis casi total, dejando al sector en una situación crítica.
La industria y el consumo no han corrido mejor suerte. La contracción en ambos sectores responde a una combinación letal de recortes fiscales, pérdida del poder adquisitivo y un contexto económico recesivo que inhibe cualquier tipo de recuperación. Las políticas de ajuste promovidas por el gobierno han golpeado directamente a los sectores más vulnerables, generando una caída en la demanda interna que se traduce en menor actividad industrial y, por ende, menos inversión.
La paradoja es evidente: mientras el gobierno promete un “renacimiento económico” basado en el libre mercado, sus políticas asfixian a los sectores productivos, ahuyentan las inversiones y condenan a la economía a un ciclo de estancamiento.
El único dato positivo en el informe de Ferreres es el crecimiento de la inversión en maquinaria y equipos durante diciembre, con un incremento del 49,7% interanual. Sin embargo, este aumento se explica casi exclusivamente por un salto del 87,5% en las importaciones de bienes de capital, impulsado por la baja base de comparación de diciembre de 2023.
El incremento en las importaciones refleja más un rebote técnico que una verdadera recuperación económica. En términos acumulados, la inversión en maquinaria y equipos cayó un 6,1% en 2024 respecto a 2023, dejando en claro que no hay motivos para el optimismo.
De cara a 2025, el gobierno de Milei apuesta a que la baja del riesgo país, junto con una supuesta recuperación de la actividad económica, estimularán la llegada de capitales. Sin embargo, estas expectativas chocan con la realidad: una economía en recesión, salarios deteriorados y un modelo económico que ha demostrado ser incapaz de generar confianza entre los inversores.
El panorama para la construcción es especialmente sombrío, con un dólar que sigue siendo una traba y sin políticas claras que fomenten la inversión en este sector clave. Mientras tanto, la industria y el consumo permanecen relegados, atrapados en un círculo vicioso de contracción y estancamiento.
El primer año de Javier Milei en la presidencia ha dejado en claro que las promesas de su modelo libertario no se traducen en resultados económicos tangibles. La caída histórica en las inversiones privadas es un síntoma del fracaso de una gestión que prioriza la retórica por sobre las soluciones reales.
En lugar de generar el tan ansiado “boom” de inversiones, el gobierno de Milei ha creado un clima de incertidumbre y recesión que ahuyenta a los capitales y golpea a los sectores productivos. Si no hay un cambio de rumbo, el futuro económico de Argentina bajo este modelo será tan sombrío como el presente que ya estamos viviendo.
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