Encrucijada ideológica: El campo con silobolsas llenos pero con pérdidas millonarias

El equipo económico le promete al campo lo que no puede cumplir: mantener el dólar hundido, esperar por la baja de retenciones y confiar en un modelo que ya fracasó.

Mientras los productores llenan silobolsas y acumulan incertidumbre, el gobierno de Javier Milei insiste en vender un relato de éxito basado en la «apreciación cambiaria» y el atraso del dólar, una receta que Argentina conoce demasiado bien y que siempre terminó en crisis. En Rosario, Juan Pazo, Federico Furiase y Felipe Núñez —los hombres de confianza de Luis «Toto» Caputo— llevaron un mensaje claro a los exportadores: «La prioridad es bajar la inflación». ¿A qué costo?

El dólar seguirá planchado en el piso de la banda cambiaria, dijeron, mientras prometen una baja de retenciones recién en 2026 y una quimérica reforma tributaria que «algún día» vendría a salvar al sector. El problema no es el campo, sino la persistente obsesión por una variable cambiaria que niega la realidad productiva.

La ilusión de Japón en la pampa

Con una comparación insólita, los funcionarios de Economía evocaron a Japón para justificar su política de atraso cambiario. Pero Argentina no es Japón: aquí el atraso no genera estabilidad, sino crisis de balanza de pagos, pérdida de competitividad y recesión. La historia reciente es clara: cada vez que se intentó «anclar» el dólar para domar precios, terminó en explosiones económicas —desde la tablita de Martínez de Hoz, pasando por la convertibilidad, hasta el cepo final del macrismo.

Milei y Caputo repiten la fórmula esperando un resultado distinto. Como en un experimento fallido, esperan que el dólar planchado baje mágicamente la inflación sin dinamitar la producción ni vaciar las reservas.

Un campo que duda, pero no rompe

En la Bolsa de Comercio de Rosario, los productores aplaudieron con cortesía, pero en los pasillos abundaron las caras largas. Nadie ignora que vender ahora —cuando los precios internacionales no acompañan y el tipo de cambio real está en caída libre— implica regalar la cosecha. La soja cotiza igual que en diciembre de 2023, pero con una inflación del 180% en el medio. El valor real de la producción se esfumó.

Los productores enfrentan un dilema cruel: liquidar ahora, antes de que Milei vuelva a imponer más retenciones en junio, o guardar la cosecha en silobolsas rezando que el dólar no se hunda todavía más. La incertidumbre es total. La palabra empeñada del gobierno vale poco cuando las necesidades fiscales y políticas aprietan.

Agradecimientos forzados y silencios incómodos

El presidente de la Sociedad Rural, Nicolás Pino, se esforzó por mostrarse amable: pidió la baja de retenciones «cuando puedan», en un tono casi suplicante. Pero no todos en el agro comparten esa paciencia. En Ciara, la entidad que agrupa a los grandes exportadores, hacen cuentas, no política: la rentabilidad se evapora y la promesa de reformas futuras suena cada vez más hueca.

Mientras tanto, las cooperativas enfrentan vencimientos en mayo y los silos ya no dan abasto. El campo, que fue uno de los motores de apoyo a Milei, empieza a sentir en carne propia el ajuste que le vendieron como «libertad».

Conclusión: un modelo insostenible

El modelo que Milei intenta imponer necesita del atraso cambiario para sobrevivir al corto plazo, pero condena a la economía real a un nuevo ciclo de endeudamiento, reprimarización y explosión inflacionaria. No hay magia en la apreciación: hay espejismos que duran lo que las reservas aguanten.

El gobierno apuesta a la confianza ciega del campo. Pero la historia argentina demuestra que el espejismo de un dólar barato siempre termina de la misma manera: en crisis, desilusión y promesas rotas.

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