¡Papelón! Después de tantos anuncios y promesas no habrá planta de GNL en Río Negro


El espejismo libertario que nunca llegó. Tras meses de anuncios rimbombantes y promesas de inversión, el gobierno de Javier Milei reconoce que no habrá planta de GNL en Río Negro. El proyecto que desató tensiones con Axel Kicillof termina en otro fracaso de gestión.

La tan promocionada planta de gas natural licuado en Río Negro, que fue presentada como un hito del «milagro libertario», no verá la luz. Entre promesas vacías, peleas políticas y ausencia de planificación, el gobierno de Javier Milei suma un nuevo capítulo a su extenso historial de anuncios incumplidos.

Desde que Javier Milei asumió la presidencia, la gestión de los recursos estratégicos de la Argentina se convirtió en un festival de promesas altisonantes que pocas veces se materializan. Una de las últimas víctimas de esta tendencia fue el proyecto de instalación de una planta de gas natural licuado (GNL) en Río Negro, que ahora oficialmente ha sido descartado, según informaron fuentes del propio Ejecutivo nacional y reprodujeron medios como Página 12 y La Política Online.

El megaproyecto, impulsado inicialmente por YPF en asociación con la petrolera malaya Petronas, había sido objeto de un conflicto abierto entre el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, y el presidente Javier Milei. Kicillof, defensor del rol estatal en la infraestructura energética, se opuso a la decisión libertaria de trasladar el emprendimiento desde Buenos Aires hacia Río Negro, calificándola como «una vendetta política sin sustento técnico» (Página 12, 26 de abril de 2025). Por su parte, Milei y su ministra de Energía, María Fernanda Troni, defendieron el cambio de sede bajo el mantra de «menos Estado, más mercado», sin aportar un plan realista que garantizara su ejecución.

En redes sociales, la noticia del abandono del proyecto generó una oleada de críticas. Referentes energéticos, economistas y usuarios denunciaron la «improvisación absoluta» del gobierno libertario. «Todo show, ningún resultado», escribió en X (ex Twitter) el analista político Juan Manuel Karg, mientras que la exministra de Energía, Débora Giorgi, señaló que «la falta de seriedad en el manejo del sector energético compromete la soberanía futura de la Argentina».

La realidad es que, detrás del marketing político, los números no cerraban. La planta de GNL requería inversiones multimillonarias, infraestructura portuaria avanzada y acuerdos regulatorios que Milei, obsesionado con su cruzada antiestatal, nunca se preocupó en construir. «La idea de hacer un megaproyecto energético desmantelando todas las instituciones del Estado argentino es como querer fabricar un Ferrari en el medio del desierto», ironizó el periodista económico Alfredo Zaiat en su columna dominical en Página 12.

Mientras tanto, Río Negro queda atrapada en la resaca de una promesa incumplida. El gobierno provincial, liderado por Alberto Weretilneck, había celebrado el anuncio como una oportunidad histórica de desarrollo industrial, pero ahora enfrenta la desilusión y la necesidad de explicar por qué apostó a un proyecto que, en realidad, nunca tuvo cimientos sólidos. La desinversión no solo golpea a una provincia que había puesto expectativas en el proyecto, sino que pone en evidencia una vez más la fragilidad del discurso «meritocrático» que Milei proclama en cada aparición pública.

El enfrentamiento entre Milei y Kicillof, que parecía un choque de modelos económicos en torno al futuro del GNL, termina siendo una metáfora de una administración nacional que prefiere librar batallas ideológicas en Twitter antes que garantizar obras concretas. «Milei prometió libertades, pero entrega frustraciones», tituló mordazmente el portal El Destape en una nota reciente.

La caída del proyecto de GNL no es un hecho aislado: es la consecuencia lógica de un modelo de gestión que desprecia la planificación estratégica, rompe puentes con los actores locales y cede espacios claves del desarrollo nacional a la especulación financiera y la improvisación discursiva. En un país que necesita inversiones reales y generación de empleo de calidad, Javier Milei opta por ofrecer humo en lugar de futuro.

Así, mientras la Patagonia sigue esperando un proyecto que ya ni figura en los planes oficiales, el presidente se dedica a festejar índices financieros momentáneos que poco tienen que ver con la vida real de la población. El GNL en Río Negro queda como otro recordatorio de que, para el gobierno libertario, el país real no importa: lo único que cuenta es alimentar su relato vacío de contenido.

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