El reciente decreto del gobierno argentino que autoriza la exportación de ganado en pie, eliminando una prohibición vigente desde 1973, ha suscitado un intenso debate sobre las implicancias económicas y sociales de esta medida. Mientras las autoridades argumentan que la apertura de nuevos mercados fortalecerá el sector ganadero, diversos sectores advierten sobre posibles consecuencias negativas para la industria local y la economía nacional.
El ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, defendió la decisión al señalar que la prohibición original respondía a «un problema de abastecimiento en 1973» y que su permanencia carecía de sentido en la actualidad. Según Sturzenegger, permitir la exportación de ganado en pie alineará a Argentina con prácticas comerciales internacionales, abriendo oportunidades en mercados como el asiático, donde países como Australia ya tienen una presencia consolidada.
Sin embargo, representantes de la industria frigorífica y expertos en economía local expresan preocupaciones significativas. Jorge Torelli, presidente de la Unión de la Industria Cárnica Argentina, advirtió que esta medida podría reducir la disponibilidad de ganado para engorde y procesamiento dentro del país, trasladando empleos y valor agregado al extranjero. Torelli enfatizó que, aunque la exportación de ganado en pie podría beneficiar a algunos productores en el corto plazo, a largo plazo podría debilitar la industria nacional y afectar la generación de empleo local.
La experiencia de otros países refuerza estas preocupaciones. En Colombia, por ejemplo, el aumento desmedido en la exportación de bovinos vivos ha generado desabastecimiento en el mercado interno, incrementos en los precios de la carne y afectaciones a la cadena productiva local. La Asociación Colombiana de Comercializadores de Carnes ha instado al gobierno a regular esta práctica para proteger la economía nacional y garantizar precios accesibles para los consumidores locales.
Además, la medida ha reavivado el histórico debate sobre el modelo de desarrollo económico argentino. El presidente Javier Milei ha promovido políticas que favorecen al sector agroexportador, argumentando que la industrialización y las políticas proteccionistas han sido perjudiciales para la economía. No obstante, expertos como Roy Hora y Pablo Wahren señalan que esta visión simplifica una realidad más compleja, donde la industria y el sector agropecuario están interconectados y son mutuamente dependientes en la economía moderna.
En resumen, aunque la autorización para exportar ganado en pie podría abrir nuevos mercados y oportunidades para ciertos productores, es crucial considerar sus posibles efectos adversos en la industria local, el empleo y la economía nacional en su conjunto. Una evaluación equilibrada y una regulación adecuada serán esenciales para asegurar que esta medida beneficie al país en su totalidad y no comprometa su desarrollo económico sostenible.

La reciente decisión de permitir la exportación de ganado en pie, al derogar la reglamentación que lo prohibía, ha reavivado un debate sobre el modelo económico de Argentina y su relación con los intereses internacionales. Muchos analistas y opositores al gobierno de Javier Milei consideran que este acto evidencia el regreso a un patrón colonial en el que Argentina vuelve a ser un simple proveedor de materias primas para potencias extranjeras, perdiendo capacidad de soberanía económica y de decisión sobre su propio destino.
Un regreso a la dependencia
La suspensión de la restricción a la exportación de ganado en pie pone en evidencia la dependencia histórica de Argentina respecto a los mercados internacionales y sus intereses. Esta medida, que en principio podría ser vista como un intento de liberalizar el comercio y abrir nuevos mercados, refleja una lógica que privilegia las ganancias rápidas a corto plazo para unos pocos, a costa de desmantelar la infraestructura productiva interna y de subordinar a Argentina a las fluctuaciones de la demanda externa.
En lugar de apostar a un modelo de industrialización local que agregue valor a los productos, esta decisión refleja una preferencia por la exportación de materias primas sin procesar, lo que afecta directamente a la industria frigorífica nacional, que pierde una parte importante de su materia prima para procesar localmente. Esto también implica un daño a la generación de empleo en el sector y a la posible creación de valor agregado dentro del país.
Los costos del desmantelamiento de la industria local
La autorización para la exportación de ganado en pie elimina una medida de protección que había sido establecida en 1973, precisamente para evitar la salida de animales vivos que afectaran tanto a la industria frigorífica como a los consumidores internos. La principal consecuencia de esta política es que el ganado disponible en el país se reduce, encareciendo los precios de la carne y afectando a la cadena productiva local.
Al eliminar la barrera para la exportación de animales vivos, el gobierno renuncia a la posibilidad de generar valor agregado en el país. En lugar de procesar la carne y exportarla como un producto terminado, Argentina se posiciona como un mero proveedor de ganado, siguiendo una tradición histórica de dependencia económica. Esta acción es interpretada por muchos sectores como un retroceso en la industrialización y un paso atrás hacia el modelo primario-exportador de principios del siglo XX.
¿Una economía al servicio de otros?
Los detractores de esta medida señalan que la apertura del mercado de ganado en pie responde más a los intereses de grandes multinacionales que de los productores locales. Países como China, por ejemplo, se beneficiarán enormemente de este acceso al ganado argentino, mientras que los productores locales ven cómo su capacidad de transformar esos recursos en productos de mayor valor agregado se ve limitada. Este desequilibrio refleja una vez más la falta de control sobre los propios recursos naturales.
En este sentido, el análisis de expertos como Roy Hora y Pablo Wahren subraya cómo este tipo de decisiones despoja al país de la posibilidad de tomar las riendas de su propio desarrollo económico. Al permitir que los recursos nacionales sean gestionados por actores internacionales, Argentina se somete nuevamente a la lógica de los grandes poderes económicos, sin capacidad de influir en las dinámicas globales.
Un modelo que perpetúa la dependencia
El regreso al modelo primario-exportador, con la autorización de la exportación de ganado en pie, abre un nuevo capítulo en la historia económica argentina, donde se perpetúa una relación de dependencia con los mercados internacionales. Lejos de apostar por la industrialización y el desarrollo autónomo, el gobierno de Javier Milei parece estar dando una señal clara de que Argentina no es capaz de desafiar los intereses extranjeros. En vez de construir una economía diversificada, con valor agregado y en favor de la industria local, el país se coloca nuevamente como una simple colonia productora de materias primas, en un modelo que favorece a unos pocos, pero que condena a la mayoría.
La decisión de permitir la exportación de ganado en pie no solo representa un retroceso en términos de desarrollo económico y de industria local, sino que también demuestra la falta de voluntad política para desafiar las estructuras económicas internacionales y, en última instancia, subordinarse a los intereses de otras naciones y corporaciones. Argentina, en este sentido, vuelve a ser vista como una colonia económica, cuyo destino está dictado por fuerzas externas y no por un proyecto soberano de desarrollo nacional.
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