El expresidente estadounidense y candidato republicano, Donald Trump, volvió a jugar su carta proteccionista y anunció un aumento del 25% en los aranceles para la importación de acero y aluminio. Argentina, como en 2018, está nuevamente en la mira de una medida que impacta directamente en dos de sus principales empresas exportadoras. La reacción del gobierno de Javier Milei será clave para evitar un colapso en la industria del aluminio, cuya dependencia del mercado estadounidense es alarmante.
El exministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, rememoró las tensiones de la administración de Mauricio Macri con la Casa Blanca en 2018 y recomendó seguir la misma estrategia de negociación que permitió a la Argentina quedar parcialmente exceptuada de la medida en aquel entonces. Sin embargo, el contexto ha cambiado: Trump endureció su discurso, acusa a países como Argentina de servir como «puente» para que China inunde el mercado estadounidense con productos a precios desleales y busca reposicionar su país como el actor dominante en la producción de materias estratégicas.
Una guerra comercial con daños colaterales
La escalada proteccionista de Estados Unidos no es una sorpresa. La pulseada comercial con China viene marcando la agenda económica global desde hace años, y el acero y el aluminio son apenas una excusa más en esta disputa geopolítica. Según Sica, «hoy estamos en una nueva confrontación estratégica entre Estados Unidos y China» y el trasfondo real de la cuestión es la lucha por el control de las nuevas tecnologías, telecomunicaciones, inteligencia artificial y ciberseguridad.
Lo cierto es que este enfrentamiento afecta a terceros países, y Argentina no es la excepción. En 2018, la administración de Macri logró una exención parcial que limitó el impacto en las exportaciones locales. Pero ahora la situación es diferente: Trump apunta directamente a aquellos países que considera que facilitaron la triangulación de productos chinos para esquivar los controles comerciales. «Va a ser más duro», advirtió Sica. «La tarea ahora es demostrar que Argentina no ha perforado los objetivos que tiene esta medida del gobierno de Trump».
Milei y su estrategia de sumisión diplomática
El gobierno de Javier Milei, autodenominado ferviente aliado de Trump, enfrenta un desafío complejo. El presidente argentino ha apostado por un alineamiento total con Washington, pero esta medida proteccionista podría poner a prueba los supuestos beneficios de esa relación. Según Sica, «no es lo mismo tener o no tener el celular del presidente de Estados Unidos» y destacó que la sintonía entre Milei y Trump podría facilitar la apertura de un canal de negociación.
Sin embargo, la cuestión es más estructural: el gobierno argentino se ha mostrado pasivo ante este golpe comercial y parece más preocupado en reforzar su alianza ideológica con el trumpismo que en defender los intereses productivos del país. Si bien la Casa Rosada apuesta a una diplomacia presidencialista, los verdaderos jugadores en este tablero serán la Cancillería y el Ministerio de Economía, que tendrán la tarea de demostrar técnicamente que Argentina no forma parte del circuito de dumping chino.
El impacto en la industria argentina
El mayor perjudicado por la medida es el sector del aluminio, con Aluar como principal damnificado. Con el 40% de su producción destinada a Estados Unidos, la empresa enfrenta un escenario de reducción de mercados y pérdida de competitividad. En el caso del acero, el impacto es menor, pero igualmente preocupante, ya que Techint ya venía reduciendo sus exportaciones hacia el país del norte y apostando a su expansión en México y Estados Unidos.
La pregunta que sobrevuela es si este conflicto comercial podría costarle puestos de trabajo a la Argentina. Sica no lo descarta, pero insiste en que la rapidez en la negociación será clave. «Hay contratos vigentes, pero si no se actúa rápido, las empresas van a empezar a sentir el impacto».
La mirada a Asia: el camino que Argentina no está explorando
Más allá del cortoplacismo de la relación con Estados Unidos, Argentina sigue sin construir una estrategia comercial seria hacia Asia, el verdadero motor del consumo global en las próximas décadas. Sica lo dejó en claro: «En menos de 20 años, tres de cada cinco habitantes en el mundo van a vivir en Asia. La demanda de alimentos, energía y minerales va a estar ahí».
Países como Chile han entendido esto hace tiempo y han firmado acuerdos de libre comercio con China que les han permitido consolidarse como proveedores clave en sectores estratégicos. En cambio, Argentina sigue atrapada en una lógica de dependencia con mercados tradicionales que imponen barreras arbitrarias cuando les conviene.
Un país sin estrategia comercial
El golpe de Trump es un recordatorio brutal de que Argentina no tiene una política comercial sólida ni una estrategia de inserción internacional clara. La improvisación y el alineamiento ciego con potencias extranjeras terminan exponiendo al país a este tipo de medidas que, lejos de beneficiar el desarrollo económico, lo someten a la volatilidad de las decisiones de terceros.
Mientras Milei celebra su cercanía con Trump y promete tratados de libre comercio que aún están lejos de concretarse, la industria nacional queda a la deriva. La falta de reacción ante este arancelazo podría ser el primer gran test de su política exterior. Si la respuesta no es inmediata y efectiva, el costo en empleo e inversión será inevitable.
El gobierno argentino tiene la obligación de demostrar que su estrategia diplomática no es solo un show ideológico, sino que también puede traducirse en resultados concretos para los sectores productivos del país. De lo contrario, la sumisión ante Washington se convertirá en otra pesada factura que pagarán las empresas y los trabajadores argentinos.
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