Alfredo Serrano Mancilla: «La deudoestafa de Milei», un laberinto financiero que asfixia al pais

El gobierno de Milei, atrapado en su propio manual neoliberal, recurre al FMI y a la timba financiera mientras el país se hunde en la pobreza.

Con una inflación récord, jubilados empobrecidos y empresas que huyen, el Ejecutivo insiste en un modelo que solo beneficia a los especuladores. La deuda externa como única salida: un espejismo que profundiza la crisis.


El gobierno de Javier Milei atraviesa su peor momento. No por los indicadores sociales —que, según su lógica, son irrelevantes—, sino porque su doctrina económica, ese manual de recetas neoliberales que prometía salvación, se ha convertido en su propia trampa. El «equilibrio macroeconómico» que pregonaba como solución mágica se desmorona ante la falta de dólares, la fuga de capitales y una deuda que ya ni el Fondo Monetario Internacional (FMI) parece dispuesto a perdonar.

El fracaso del libreto mileista

Milei llegó al poder con la promesa de reducir el Estado a su mínima expresión, eliminar el «exceso» monetario y liberar las fuerzas del mercado. Pero la realidad, tozuda y cruel para los fundamentalistas, demostró que la economía no es una isla desierta al estilo Robinson Crusoe —ejemplo favorito de los manuales neoclásicos—, sino un entramado de relaciones donde las decisiones políticas tienen consecuencias concretas.

Su primer error fue creer que ajustar el déficit fiscal y contener la emisión monetaria atraería lluvias de inversiones. No ocurrió. En su lugar, las multinacionales comenzaron a irse: Procter & Gamble, Mercedes-Benz, HSBC y otras tantas cerraron operaciones. Peor aún: miles de pymes argentinas quebraron en solo 15 meses, víctimas de una recesión impulsada por el propio gobierno.

La estafa de la deuda: endeudar para especular

Ante la falta de divisas, el ministro Luis Caputo —ahora candidato al Récord Guinness por el endeudamiento más rápido de la historia— recurrió al FMI. Pero aquí surge la gran contradicción: los dólares prestados no se destinan a producción, salud o educación, sino a alimentar la timba financiera.

Milei necesita mantener un tipo de cambio artificialmente bajo para que los especuladores obtengan ganancias con el carry trade (aprovechar la diferencia entre tasas de interés y devaluación). Pero este esquema es insostenible: el Banco Central ya perdió 1.637 millones de dólares en 10 días intentando defender el peso. De continuar este ritmo, las reservas se agotarían en meses.

El FMI, aunque aliado ideológico, no es tonto. Exige que Argentina deje de malgastar los préstamos en sostener un tipo de cambio ficticio y los use para pagar… ¡al propio FMI! Así, el círculo se cierra: más deuda para pagar deuda, mientras el ajuste recae sobre los jubilados —que perdieron un tercio de su poder adquisitivo— y los trabajadores.

Inflación récord y un país para pocos

Milei presume de «controlar» la inflación, pero los números lo desmienten: 186% acumulado en 15 meses, la misma cifra que el kirchnerismo alcanzó en cinco años, según mediciones privadas. Mientras el consumo de alimentos básicos cayó un 15%, las ventas de autos de lujo se dispararon. La brecha social ya no es una consecuencia: es el objetivo.

El autoritarismo como única salida

Atrapado en su laberinto, Milei solo tiene dos caminos:

  1. Devaluar, lo que provocaría una hiperinflación política y social.
  2. Reprimir, profundizando el giro autoritario que ya mostró con los jubilados y las protestas.

Su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ya justificó la violencia estatal. No es casual: cuando la economía falla, el gobierno recurre al miedo. Y si hasta la dictadura empieza a ser relativizada por funcionarios, el mensaje es claro: no habrá límites.

El fin del espejismo

Milei prometió un capitalismo puro, pero entregó una estafa financiera. Su gobierno no colapsa por «herencia» ni por «resistencia»: cae bajo el peso de su propia incoherencia. La deuda ya no es una herramienta, sino una deudoestafa donde el pueblo paga los platos rotos de una apuesta que solo benefició a unos pocos.

El final de este libreto ya se escribió: más pobreza, más fuga de capitales y un FMI cada vez menos paciente. La única incógnita es cuánto dolor faltará para que Argentina despierte de este experimento fallido.

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