Inundación: La culpa es de Milei, el editorial de Roberto Navarro

Los recortes de Javier Milei desmantelaron el Estado y dejaron a la intemperie a miles de argentinos. Las recientes inundaciones no son una tragedia natural, sino una consecuencia directa de la motosierra libertaria. El gobierno de Javier Milei, aseguró Navarro, se jacta de su ajuste brutal mientras Argentina se hunde, literalmente. La falta de inversión en infraestructura, la destrucción de organismos clave y el desmantelamiento de equipos de emergencia exponen el verdadero costo del modelo libertario: vidas humanas.


Las imágenes de calles anegadas, familias evacuadas y rescates desesperados en las recientes inundaciones de Argentina no son solo escenas de un desastre natural. Son la postal de un país que fue entregado a la desidia, un país donde la motosierra de Javier Milei se convirtió en una guadaña que siega derechos, servicios esenciales y, en última instancia, vidas humanas.

Mientras el agua arrastraba viviendas y pertenencias, el discurso oficial seguía inmutable: el Estado es el enemigo. Pero, ¿dónde está la «libertad» en una ciudad sin luz, sin rescatistas, sin un servicio meteorológico funcional que advierta a tiempo del peligro?

La tragedia que hoy golpea a miles de argentinos no es casualidad, ni un capricho del clima. Es la consecuencia de un ajuste despiadado que desfinanció organismos clave, despidió personal especializado y dejó a la población sin asistencia ante una emergencia climática. Hace apenas unas semanas, el gobierno de Milei despidió trabajadores del Servicio Meteorológico Nacional, precisamente aquellos encargados de emitir alertas tempranas que podrían haber prevenido víctimas fatales. Sin previsión, sin coordinación y sin infraestructura de respuesta, las lluvias se transformaron en muerte y desesperación.

El libertarianismo de Milei se pavonea de haber «eliminado de cuajo» la obra pública, como si el asfalto, los desagües pluviales y las defensas contra inundaciones fueran lujos y no necesidades básicas. Con un 95% de las obras públicas paralizadas, los municipios quedaron huérfanos de inversión, condenando a miles de ciudadanos a la furia del agua. La «épica del recorte» vendida desde el gobierno como un triunfo económico se traduce en calles intransitables, barrios enteros bajo el agua y un Estado ausente en el momento en que más se lo necesita.

No es solo el clima, es la política. Cada metro cuadrado anegado es un testimonio del desmantelamiento del Estado. Cada familia que lo perdió todo es una víctima de la doctrina del «sálvese quien pueda» impuesta desde la Casa Rosada. Las fuerzas de seguridad, que deberían haber estado dirigiendo el tránsito cuando colapsaron los semáforos por los cortes de luz, estaban ocupadas reprimiendo jubilados. Los equipos de asistencia en emergencias, reducidos a su mínima expresión, miran impotentes desde sus casas porque ya no tienen trabajo.

El ajuste, defendido con fervor mesiánico por Milei y sus ministros, no es una abstracción contable: es una decisión política con consecuencias reales y trágicas. Se le dijo a la sociedad que la inflación se combatía «destruyendo el Estado»; hoy, la gente se pregunta cómo sobrevive sin infraestructura, sin servicios, sin un mínimo de seguridad. Los empresarios que aplauden el desguace del sector público no son los que pierden sus casas cuando llueve.

Y en medio de este desastre, el gobierno se limita a una indiferencia feroz. No hay un plan de contingencia, no hay asistencia inmediata, solo el eco de un Milei ensimismado en su relato, desligándose de toda responsabilidad. Pero la realidad es tozuda: la crisis humanitaria desatada por las inundaciones lleva su firma.

La Argentina que se nos prometió con «libertad» es la Argentina donde los pobres se ahogan mientras los ricos miran desde arriba. No es el Estado el enemigo, como brama Milei en su retórica incendiaria. El verdadero enemigo es un gobierno que decidió abandonar a su pueblo en el momento en que más lo necesitaba. Y mientras el agua sigue subiendo, la indignación también lo hace.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *