Cristina desenmascara a Milei: el ajuste eterno tiene límites

Javier Milei, quien en 2024 predicaba el evangelio del libre mercado en Davos, este año solo repartió insultos y se rindió ante la nueva ola proteccionista de Donald Trump. Cristina Kirchner lo expuso con un tuit demoledor y la crisis económica avanza mientras se agota el crédito social del gobierno.

Cuando Javier Milei debutó en Davos en 2024, su discurso fue una oda al anarcocapitalismo: libre mercado irrestricto, transacciones sin regulación, empresarios como héroes, y el Estado reducido a la mínima expresión. Sin embargo, en 2025, el mismo Milei se paró en el mismo foro internacional y se dedicó a algo completamente distinto: insultar, atacar a mujeres y homosexuales, y sobre todo, ajustarse al nuevo libreto que le impuso Donald Trump.

La diferencia entre un Milei y otro no es solo un cambio de discurso, sino una confesión de impotencia. En lugar de repetir su catecismo libertario, el presidente argentino tuvo que adecuarse a la nueva realidad geopolítica: su referente internacional, Trump, ya no habla de libertad económica, sino de barreras arancelarias y proteccionismo extremo. Y Milei, el supuesto paladín de la «libre competencia», aceptó sin chistar el giro del magnate estadounidense.

Esta contradicción no pasó desapercibida. Cristina Fernández de Kirchner, siempre hábil en el manejo de la coyuntura política, lo dejó expuesto en redes sociales. “Ahora, Milei, ¿cómo era ese verso que recitás cuando querés explicar lo que es el libertarismo?”, ironizó en un tuit que se viralizó rápidamente. Y es que, mientras Milei arremetía contra minorías y construía un enemigo imaginario para distraer a su audiencia, la realidad económica de Argentina se deterioraba a pasos agigantados.

La economía argentina bajo Milei es un juego de tiempo limitado. Con un dólar artificialmente planchado, un ajuste salvaje y una política de carry trade que solo enriquece a los especuladores financieros, el margen de maniobra del gobierno se achica cada día. El problema es que cuando ese esquema colapse, serán las mayorías las que paguen los platos rotos, mientras los fondos de inversión ya habrán tomado su ganancia y huido.

Mirá la tremenda carta que Cristina le mandó a Milei

El ajuste eterno de Milei golpea de lleno al consumo interno. Cada vez más argentinos deben elegir entre pagar las tarifas o comprar comida. Pero, en un acto de cinismo extremo, el gobierno ha decidido ponerle un techo a las paritarias, bloqueando cualquier intento de los trabajadores por recomponer su poder adquisitivo. En lugar de estimular el consumo para revitalizar la economía, Milei apuesta a mantener a la población sometida y resignada a su propia receta de austeridad extrema.

La pregunta inevitable es: ¿cuánto tiempo más podrá sostenerse este esquema? La paciencia social no es infinita y, como quedó demostrado en las estaciones de trenes durante la última huelga, la gente ya no compra el discurso de la «herencia recibida». El crédito político de Milei se desmorona, y su respuesta es cada vez más autoritaria y agresiva. El ajuste es su único plan, pero el ajuste tiene un límite. Y cuando ese límite se cruce, las consecuencias serán inevitables.

Para cerrar su participación en Davos, Milei mostró otra de sus grandes contradicciones. Mientras en Argentina demoniza a George Soros como la encarnación del “comunismo globalista”, en Suiza tendrá que negociar con Scott Besent, secretario del Tesoro designado por Trump y excolaborador del mismísimo Soros. Lo que en sus discursos es una cruzada ideológica, en la práctica se reduce a un simple acto de supervivencia política.

El tiempo de Milei se agota. Su plan económico no solo es inviable a largo plazo, sino que su discurso empieza a chocar con la realidad. Mientras tanto, la Argentina se hunde en una crisis que no tiene otro final posible que la frustración de los argentinos y el enriquecimiento de los mismos de siempre. Y cuando eso ocurra, Milei ya no podrá seguir culpando a gobiernos anteriores ni a minorías a las que ataca para desviar la atención. Será su propia política la que lo condene.

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