En un discurso crudo y sin concesiones, Máximo Kirchner denunció la complicidad de quienes avalan el ajuste y el sometimiento a los designios del Fondo. Alertó sobre las consecuencias de un modelo que condena a la Argentina a la parálisis económica y social. Mientras tanto, el oficialismo avanza con una agenda que socava la soberanía nacional y entrega el país a los acreedores internacionales.
La imagen de un Congreso sometido por la lógica del ajuste no es nueva. Sin embargo, cada nuevo avance del oficialismo sobre la soberanía económica del país refuerza la idea de un Parlamento convertido en una escribanía del poder financiero. En este contexto, el diputado Máximo Kirchner tomó la palabra y expuso con claridad las trampas de un endeudamiento sin salida y las contradicciones de un gobierno que se dice libertario pero rinde pleitesía al FMI.
Desde el inicio de su intervención, Kirchner puso sobre la mesa la falta de previsibilidad de un sistema que lleva décadas hipotecando el futuro de los argentinos. «Otra vez el acuerdo y el Fondo, pasaron siete años y tres acuerdos. Vaya previsibilidad, vaya sustentabilidad de lo que nos imponen de afuera», ironizó el diputado.
No se trata solo de una crítica a la gestión de Milei, sino de una señal de alarma sobre un país que sigue atado a una deuda impagable. Porque mientras el oficialismo busca prorrogar los vencimientos y postergar el problema, la realidad económica sigue mostrando sus límites. «Nos quieren hacer creer que pidiendo más tiempo se soluciona el problema, cuando en realidad nos hunde más en la trampa de la dependencia», alertó Kirchner.
La política de sumisión al FMI no sólo es económicamente inviable, sino que también es una forma de disciplinamiento político. «No tenemos país, somos marionetas digitadas desde afuera mientras nos destrozan los ríos, las montañas y todo lo que es nuestro», denunció el legislador.
Kirchner también puso el foco en la falta de transparencia con la que se está negociando el futuro de millones de argentinos. «Este Congreso le está dando plenos poderes a una persona que no pudo detectar una estafa a dos centímetros de su nariz», dijo en referencia a los escándalos financieros que salpican a Milei. Y el problema no es solo el presidente, sino el modelo de país que está construyendo junto a sus aliados.
La complicidad del bloque oficialista y de sectores de la oposición funcionales al ajuste también fue señalada en su discurso. «Cuando los dirigentes se sacan los problemas de encima, los problemas le caen por la cabeza a la gente», advirtió Kirchner, al señalar que el DNU de Milei es una cortina de humo para seguir hipotecando el país sin asumir responsabilidades.
El discurso también tuvo espacio para recordar el camino que llevó a Argentina a esta situación. Desde el endeudamiento criminal del macrismo hasta la falta de voluntad política para cambiar el rumbo, Kirchner dejó claro que la deuda con el FMI no es solo un problema financiero, sino un mecanismo de dominación. «Este acuerdo no asegura la sostenibilidad del endeudamiento luego del 2025. Por eso estamos aquí», enfatizó.
El trasfondo de la discusión es claro: si el Congreso sigue aprobando leyes y decretos a medida del FMI, Argentina continuará atada a una espiral de ajuste y pobreza. «Mientras más tiempo transcurra sin poder pagar, más agarrados del pescuezo nos van a tener», advirtió el diputado, exponiendo la estrategia del gobierno de estirar los vencimientos sin una salida real al problema.
El desenlace de la sesión ya estaba escrito de antemano. Con una mayoría servil a los intereses del poder financiero, el DNU de Milei sigue avanzando, pese a las advertencias de quienes ven en él una sentencia de muerte para la economía nacional. Pero el discurso de Kirchner quedó registrado como una señal de alarma: mientras el gobierno avanza con su agenda de entrega, todavía quedan voces dispuestas a denunciar la farsa.
El tiempo dirá si el Congreso decide recuperar su rol de defensa del interés popular o si, por el contrario, se resigna a ser el sello de goma de un gobierno que está llevando al país al borde del abismo.
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