La oposición señala al gobierno de Martín Llaryora y habla de encubrimiento.
Rodrigo de Loredo y Martín Juez denunciaron una “coincidencia demasiado oportuna” entre la caída de una organización delictiva que operaba dentro del Apross y el repentino incendio del edificio. En el ojo de la tormenta, una red de estafas con certificados truchos, policías involucrados y un fuego que amenaza con borrar toda evidencia. ¿Accidente o acto deliberado? Mientras el gobierno provincial se defiende, las llamas avivan las sospechas.
El viernes 18 de abril, mientras gran parte del país disfrutaba del feriado de Semana Santa, en Córdoba se encendía una alarma que iba mucho más allá de un simple incendio. La sede del Apross, la Administración Provincial del Seguro de Salud, ardía en llamas. El fuego, voraz y preciso, se desató en el segundo piso del edificio, justo donde operaban áreas clave de documentación y sistemas. Lo que, en otro contexto, podría haber pasado como una desgracia aislada, tomó de inmediato el espesor de una maniobra de encubrimiento. Y no es para menos: el siniestro ocurrió apenas 48 horas después de que 13 personas fueran detenidas por una estafa millonaria a esa misma obra social.
Rodrigo de Loredo, diputado nacional de la UCR, fue el primero en levantar la voz. Y no lo hizo con medias tintas: “El Apross fue noticia dos veces esta semana. El miércoles porque detuvieron a 13 personas, entre ellas cinco policías, por una estafa a la obra social de los estatales. Hoy, porque se incendia el edificio y quién sabe cuánta documentación de prueba se estará perdiendo. Siempre todo es oscuro en la Córdoba del peronismo”. La frase, publicada en su cuenta de X (ex Twitter), no sólo apuntó directamente contra la gestión del gobernador Martín Llaryora, sino que insinuó lo que muchos ya sospechaban: que el incendio podría haber sido intencional.
Y como en política nada ocurre en soledad, el concejal Martín Juez —hijo del histórico dirigente Luis Juez— también se sumó a la denuncia pública. Con un tono irónico y dolorido, publicó: “Qué coincidencia, che… cae la banda que vendía certificados truchos y a las horas, en feriado, justo cuando no hay nadie se incendia el edificio donde operaban. En Córdoba pasan cosas. Pero nadie pregunta nada. Cómo duele”. Más que una opinión, una acusación directa de complicidad y silencio.
La historia, sin embargo, es más turbia de lo que parece. La investigación que ahora dirige el fiscal José Bringas comenzó en febrero, cuando se detectaron maniobras fraudulentas dentro del Apross: recetas apócrifas, afiliados fantasmas, consultas médicas inexistentes, y un circuito aceitado para robarle millones a la obra social de los empleados estatales. Las detenciones más recientes incluyeron a cinco policías cordobeses (tres en actividad, dos retirados), un médico y un ex empleado del área de sistemas del propio Apross. El modus operandi era escandalosamente sencillo: se cargaban prácticas médicas inexistentes a supuestos afiliados, se cobraban, y luego el dinero desaparecía.
Entre los detenidos había quienes retiraban medicamentos con recetas truchas y los revendían en el mercado negro. Incluso se falsificaban DNIs para acceder a beneficios de medicamentos para enfermedades crónicas. Una maquinaria aceitada, que no podría haber funcionado sin complicidades internas. Y cuando esa maquinaria empezó a crujir y a delatar a sus engranajes, casualmente, el fuego llegó para devorar lo que quedaba de evidencia.
Desde el Gobierno provincial intentaron salir al cruce de las acusaciones. Aseguraron que la investigación se inició gracias a una denuncia interna del propio Apross y que todo comenzó cuando un afiliado detectó, en su portal de autogestión, que figuraban consultas médicas que jamás había realizado. Pero si algo sabe el pueblo cordobés es que el relato oficial rara vez coincide con la realidad profunda. Si la denuncia fue interna, ¿por qué tardaron tanto en actuar? ¿Y por qué, justo ahora, cuando las detenciones comienzan a escalar y se involucra a actores del poder policial y administrativo, el edificio estalla en llamas?
La coincidencia es tan grosera que escapa a toda lógica. No se trata sólo de un edificio quemado, sino de un incendio en un lugar donde se almacenan pruebas sensibles en una causa que podría terminar con más funcionarios implicados. ¿Se trató de una advertencia? ¿De una limpieza forzada de archivos comprometedores? ¿O de un simple «accidente» en pleno feriado, cuando nadie estaba trabajando?
La oposición, con De Loredo a la cabeza, ya tomó una postura clara: esto no fue casualidad. Y si bien no hay pruebas concluyentes —todavía— que vinculen el incendio con un intento deliberado de borrar evidencias, el patrón es elocuente. Córdoba, una vez más, se ve envuelta en un escándalo institucional donde el fuego no sólo destruye paredes, sino también confianza.
La escena recuerda a los viejos tiempos de la impunidad estructural, donde cada investigación prometedora terminaba enterrada entre papeles húmedos, discos duros extraviados o incendios “accidentales”. Y en una Argentina gobernada por un Javier Milei que promueve el achique del Estado, la desregulación a ultranza y el desmantelamiento de las estructuras públicas, este tipo de episodios encuentran un terreno fértil para crecer. Porque si el Estado ya no tiene quién lo defienda, ¿quién investiga? ¿quién protege a los afiliados que fueron estafados? ¿quién responde por la información que el fuego se llevó?
Este no es solo un escándalo cordobés. Es el espejo perfecto de una época: la del ajuste brutal, el desguace del Estado y la destrucción de las instituciones que deberían cuidar a la ciudadanía. La obra social provincial fue saqueada, y ahora, incendiada. Pero lo que verdaderamente arde es la dignidad de un sistema público que se cae a pedazos mientras algunos hacen negocios con la salud de los trabajadores.
En tiempos donde el discurso oficial celebra la motosierra como símbolo de eficiencia, las llamas del Apross nos devuelven a una realidad inquietante: cuando el Estado se vacía, el humo siempre cubre los rastros del delito. Y nadie parece querer preguntar nada.
Deja una respuesta