La provincia fue escenario del primer test electoral del año y los resultados dejaron en evidencia el derrumbe político de La Libertad Avanza. Mientras Pullaro pavimenta su camino a la reelección con una reforma constitucional, el armado libertario implosiona y deja a Karina Milei sumida en el desconcierto.
La elección constituyente en Santa Fe se convirtió en una paliza para el gobierno nacional: el candidato libertario Nicolás Mayoraz quedó tercero, muy por detrás del gobernador Maximiliano Pullaro, quien ganó en toda la provincia. El traspié deja expuesta la debilidad estructural del espacio que comanda Karina Milei y deja en claro que el “fenómeno libertario” no tiene raíces fuera de Twitter. Un test que Javier Milei no pudo controlar ni evitar, y que lo deja en el centro de la tormenta política.
La contundente derrota electoral del candidato de La Libertad Avanza en Santa Fe no solo representa un llamado de atención para Javier Milei. Es, más bien, una señal política demoledora que expone los límites de su armado nacional, el desgaste precoz de su capital simbólico y la desconexión absoluta entre su retórica incendiaria y la realidad de las provincias. Lo que ocurrió este domingo en Santa Fe no fue una elección más. Fue un cachetazo electoral que resuena en la Casa Rosada, donde el desconcierto y el silencio reemplazaron a la verborragia habitual.
En el primer test electoral del año, el experimento libertario hizo agua por todos lados. Nicolás Mayoraz, el elegido de Karina Milei —abogado del Opus Dei y emblema de la ultraderecha conservadora local— no alcanzó siquiera el 15% de los votos. Fue una performance electoral que rozó el papelón. Tercero, sin capacidad de disputa real, y con una estructura partidaria que hizo todo mal desde el comienzo, el “alfil” libertario terminó siendo un peón en una partida de ajedrez que se jugó sin estrategia y con errores no forzados desde el propio tablero presidencial.
La victoria de Maximiliano Pullaro no fue solo amplia. Fue histórica. El actual gobernador radical, sostenido por una estructura provincial ordenada, ganó en cada rincón de Santa Fe, consolidando un liderazgo que lo proyecta hacia una posible reelección habilitada por una reforma constitucional que, tras 60 años de fracasos, él logró poner en marcha. Obtuvo el 35% de los votos, duplicando al segundo —el peronista Juan Monteverde— y quedó muy cerca de obtener la mayoría de constituyentes que le permitirá modificar la carta magna provincial a su antojo. En la tierra de la bota, el que manda ahora es Pullaro. Y Milei, apenas si figura.
Pero lo más llamativo de esta elección fue la absoluta incapacidad del gobierno nacional para incidir en su desarrollo. Karina Milei, obsesionada con mantener el control de cada armado provincial, se negó a tejer acuerdos que permitieran al espacio competir con chances. El caso más visible fue el veto a un entendimiento con Amalia Granata, quien quedó a solo dos puntos de Mayoraz y continúa consolidando su propio espacio en la provincia. La mezquindad y la verticalidad de “el Jefe” terminó generando un escenario de atomización que dejó a La Libertad Avanza atrapada entre sus propias contradicciones.
A esto se suma otro dato revelador: el outsider libertario que sí ganó —Juan Pedro Alear, en Rosario— lo hizo por fuera del esquema nacional, dejando en evidencia que incluso dentro del propio universo mileísta, hay figuras que miden más que la marca. No fue Milei el que ganó en Rosario. Fue un animador televisivo con buen nombre que llegó a “las fuerzas del cielo” recién en el último tramo. ¿Qué significa esto? Que el voto libertario ya no es ideológico. Es oportunista, débil y fugaz. Un síntoma claro de que la ola liberal está dejando de ser marea.
El traspié libertario es aún más brutal si se considera la cantidad de recursos políticos y mediáticos invertidos por el gobierno en sostener una narrativa de éxito perpetuo. Los mensajes filtrados desde Casa Rosada en la recta final de la campaña hablaban de “catástrofe inminente” y “paliza inevitable”. El ministro Cúneo Libarona, atrapado en su propio pesimismo, dejó filtrar un chat tras el discurso presidencial donde confirmaba la magnitud del desastre electoral. Nada se pudo hacer para revertirlo. Los números estaban cerrados. Y eran lapidarios.
El otro gran derrotado de la jornada fue el senador Marcelo Lewandowski, otrora peronista más votado de la provincia, que terminó en un lejano quinto lugar. Su caída refleja tanto el desgaste del peronismo tradicional como la incapacidad de esa fuerza para unificar sus propuestas en un contexto de profunda crisis política. Monteverde, con su Ciudad Futura, emergió como la figura capaz de canalizar algo del voto progresista y disputarle el segundo lugar a los libertarios.
Pero Pullaro no solo ganó en las urnas. Ganó en el manejo de los tiempos, en la estrategia de campaña y en la narrativa. Supo evitar la nacionalización del proceso, impidió el desembarco ruidoso de los libertarios y construyó un discurso centrado en la gestión, las obras y la seguridad. Todo lo que Milei desprecia. Mientras el presidente grita contra el Estado, Pullaro lo usa como herramienta de proyección y poder. Y le funciona.
En paralelo, la baja participación —apenas un 52%, lejos del 60% de las PASO de 2021— revela otro fenómeno preocupante: el desencanto social con una política que parece cada vez más desconectada de las urgencias cotidianas. Pero incluso en ese contexto, los santafesinos le dieron la espalda a la promesa libertaria. Milei no fue una opción. No apareció como alternativa real. Su discurso rupturista, plagado de odio y fantasías, empieza a hacer agua cuando la crisis aprieta y las soluciones mágicas no llegan.
La elección de Santa Fe demuestra que la Argentina real no es Twitter, ni TikTok, ni los sets de televisión. La Argentina real exige gestión, obra pública, seguridad, consensos y, sí, también cierta previsibilidad institucional. Pullaro lo entendió. Milei, no.
Esta derrota en Santa Fe debe leerse como un golpe político a un gobierno nacional que, en apenas cuatro meses, dilapidó buena parte del capital electoral que obtuvo en el balotaje. El experimento libertario empieza a mostrar signos de agotamiento precoz. La luna de miel con la sociedad se esfuma, la inflación no cede, las promesas se incumplen, y el ajuste empieza a mostrar su rostro más brutal. En ese escenario, la derrota electoral en una de las provincias más importantes del país no es una anécdota. Es una advertencia.
Mientras Pullaro se prepara para avanzar con la reforma que le permita eternizarse en el poder, y el peronismo intenta recomponerse desde su atomización, Milei asiste al inicio de un ciclo de retroceso. Su narrativa heroica se choca de frente con la realidad provincial. Y lo que deja en evidencia es que el libertarismo, sin redes sociales ni trolls pagos, es apenas un globo de helio a punto de estallar.
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