Kicillof se planta ante Milei: Desdobla las elecciones y rechaza la trampa de la Boleta Única

El gobernador bonaerense tomó una decisión política clave al fijar la elección provincial para el 7 de septiembre y proponer la suspensión de las PASO. La medida desafía la improvisación libertaria de Milei y su intento de manipular el sistema electoral.

En un contexto de asfixia institucional y ataque constante al federalismo, Axel Kicillof decidió tomar las riendas del proceso electoral en Buenos Aires. El desdoblamiento de las elecciones y el rechazo a la boleta única impuesta por Javier Milei exponen la irresponsabilidad del gobierno nacional y ponen en jaque su intento de desarticular la voluntad popular con maniobras administrativas.

En medio del desconcierto político que atraviesa el país, con un gobierno nacional que parece decidido a desmantelar cada eslabón del andamiaje institucional argentino, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, marcó una línea divisoria. Lo hizo con una decisión audaz: firmó un decreto para que las elecciones bonaerenses se celebren el 7 de septiembre, en una fecha distinta a las nacionales, y envió a la Legislatura un proyecto de ley para suspender las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Este doble movimiento no es menor: es una jugada política que busca preservar el derecho al voto frente a la maquinaria libertaria de Javier Milei, que con irresponsabilidad y autoritarismo pretende alterar las reglas del juego democrático en plena partida.

La medida de Kicillof es una reacción directa al intento inconsulto del gobierno nacional de imponer en la provincia de Buenos Aires un nuevo sistema de votación: la Boleta Única de Papel (BUP). Un sistema que jamás fue utilizado en territorio bonaerense y que, para colmo, establece un mecanismo absurdo por el cual los ciudadanos deben emitir su voto en dos urnas diferentes, con boletas distintas y bajo modalidades disímiles. Un despropósito logístico que, lejos de modernizar el proceso electoral, lo convierte en una trampa burocrática que amenaza con anular la voluntad popular.

Kicillof no se anduvo con eufemismos: “La conclusión es clara y contundente: votar el mismo día combinando dos modalidades distintas sería un caos”. Y tiene razón. Lo que propone el gobierno de Milei no es una mejora electoral, sino una emboscada disfrazada de innovación. El objetivo es claro: introducir confusión, sembrar obstáculos, minar la participación ciudadana y convertir el acto electoral en un laberinto donde el voto efectivo se diluya entre papeletas, sobres y urnas incompatibles.

Frente a esa amenaza, el gobernador bonaerense optó por proteger el derecho a elegir en condiciones claras. No lo hace por capricho, ni por especulación política, sino porque está en juego la transparencia del proceso democrático más poblado del país. La provincia de Buenos Aires concentra el 37% del padrón electoral argentino: cualquier irregularidad allí tiene consecuencias nacionales. Por eso, desdoblar las elecciones no es una ruptura institucional, sino una defensa del federalismo ante el centralismo autoritario de Milei, que pretende manejar desde la Casa Rosada las urnas bonaerenses como si se tratara de una sucursal.

Pero la decisión de Kicillof va más allá del calendario electoral. Es también un gesto político en tiempos de retraimiento. En su mensaje, convocó a la unidad de todos los sectores que se oponen a la motosierra libertaria. Su llamado no fue solo para el peronismo: fue una invitación amplia, destinada a construir un frente que defienda los intereses concretos de las comunidades, de las economías regionales y de los trabajadores frente al proyecto destructivo que encarna el presidente. “Mi convocatoria es a todos aquellos dirigentes y sectores que quieren evitar que la motosierra lastime aún más las ciudades, comunidades y actividades productivas de nuestra provincia”, escribió.

Ese es el verdadero fondo de la cuestión: la motosierra no es solo una metáfora. Es una política real, tangible, que se aplica sobre presupuestos, derechos y territorios. En nombre de la libertad, Milei está construyendo un país desigual, inseguro, precarizado, donde el Estado se retira de sus obligaciones básicas y donde las instituciones se transforman en papel mojado. La imposición de la Boleta Única de Papel en Buenos Aires, sin consensos, sin pruebas piloto, sin la debida capacitación, es una pieza más de ese plan regresivo: transformar el derecho a votar en una carrera de obstáculos.

Axel Kicillof, en cambio, apuesta por lo contrario: facilitar, ordenar, garantizar. Frente al caos, propone claridad. Frente al autoritarismo, autonomía. Y frente al desgobierno, organización. Al desdoblar las elecciones, protege el sistema democrático bonaerense de una manipulación electoral grotesca. Al proponer la suspensión de las PASO, pone sobre la mesa una discusión legítima que venía postergándose. Y al convocar a la unidad, ofrece un horizonte político frente al desánimo que siembra el gobierno nacional.

Por supuesto, la decisión no está exenta de riesgos ni de críticas. Pero es una jugada que obliga al resto del arco político a definirse: ¿de qué lado están? ¿Del lado de quienes quieren garantizar el voto libre y claro o del lado de quienes convierten el sufragio en un experimento de laboratorio? ¿Del lado de quienes quieren fortalecer la democracia o del lado de quienes la convierten en un trámite fallido? La estrategia de Kicillof interpela al peronismo, pero también a radicales, socialistas, sindicalistas, intendentes, movimientos sociales y organizaciones ciudadanas. La democracia está siendo atacada, y no hay margen para la indiferencia.

La jugada también pone en evidencia el vacío institucional con el que se maneja Javier Milei. Mientras el presidente recorre el mundo vendiendo discursos vacíos, desprecia el funcionamiento mínimo de la política doméstica. Su desdén por los consensos, su ignorancia sobre la operatividad electoral y su desprecio por el federalismo configuran un escenario donde cada provincia debe defenderse como pueda. Kicillof lo entendió. Y actuó.

Lo que está en juego no es simplemente una fecha en el calendario electoral. Lo que se discute es si el pueblo bonaerense podrá votar con claridad, sin trampas ni confusión. Si podrá elegir un modelo de provincia, de país, sin que le impongan desde arriba un sistema electoral improvisado. Lo que se juega es si la democracia sigue siendo un derecho o se convierte en una farsa controlada por tecnócratas sin pueblo.

Axel Kicillof, con su decisión, le dijo no a la farsa. Y en tiempos de cinismo generalizado, eso no es poca cosa.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *