La volatilidad de Milei volvió a quedar en evidencia con la decisión intempestiva de suspender la venta de Telefónica a Clarín

El Presidente frenó la compra de Telefónica por Telecom tras críticas de Adepa y una columna en Clarín. La operación ahora queda en el limbo y se abre un nuevo frente de batalla entre Milei y el Grupo Magnetto.

La volatilidad de Javier Milei volvió a quedar en evidencia con una decisión intempestiva que sacudió el tablero político y empresarial. En un giro inesperado, el Presidente ordenó suspender la compra de Telefónica por parte de Telecom, argumentando razones de competencia y concentración de mercado. Sin embargo, el trasfondo de la medida no parece responder a una genuina preocupación por el monopolio, sino a un arranque de furia provocado por las críticas de Adepa y una columna del periodista Marcelo Bonelli en Clarín.

El episodio ilustra una vez más el carácter errático de Milei, capaz de embestir contra sus propios aliados y desandar, en cuestión de horas, sus principios más férreamente proclamados. Durante años, el libertario hizo de la desregulación y la defensa del mercado sin intervención estatal su bandera ideológica. Ahora, en una maniobra que contradice su prédica, decide frenar una operación entre privados con el argumento de que generaría una posición dominante en el sector de telecomunicaciones.

Adepa y la herida narcisista de Milei

El detonante de la decisión fue un comunicado de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), en el que la organización cuestionó duramente los ataques del Presidente a la prensa. El texto denunciaba la violencia verbal del mandatario, advirtiendo que sus constantes insultos a periodistas y el hostigamiento de sus “milicias digitales” –bajo la dirección de Santiago Caputo– no solo deterioran la libertad de expresión, sino que ponen en riesgo la integridad física de los trabajadores de prensa.

La crítica de Adepa desató la furia presidencial, acostumbrado a disparar contra sus adversarios sin tolerar el más mínimo cuestionamiento. Como si fuera poco, el viernes se sumó otro elemento que echó leña al fuego: la columna de Bonelli en Clarín, en la que el periodista afirmaba que era imposible que el acuerdo con el FMI estuviera cerrado a mediados de abril, como había prometido el gobierno.

Fue el cóctel perfecto para que Milei activara su respuesta impulsiva. En lugar de rebatir con argumentos o intentar recomponer la relación con un sector de la prensa que –hasta hace poco– le resultaba afín, optó por una represalia directa contra el Grupo Clarín. Ordenó frenar la compra de Telefónica por parte de Telecom, una decisión que no solo golpea a Héctor Magnetto, sino que deja en suspenso una de las operaciones más importantes del mercado de telecomunicaciones.

El doble discurso del libertario: del laissez-faire al intervencionismo selectivo

El comunicado con el que Presidencia justificó la medida sostiene que la fusión generaría una concentración del 61% en el mercado de telefonía móvil, del 69% en telefonía fija y que, en algunas regiones del país, podría alcanzar el 80% en el servicio de internet residencial. Sin embargo, el planteo no solo es tardío, sino que resulta cínico viniendo de un gobierno que ha defendido, sin matices, la existencia de monopolios como una consecuencia natural del libre mercado.

Desde la campaña electoral, Milei insistió en que cualquier regulación estatal sobre la competencia era una aberración. “Si un monopolio surge del mercado, no hay problema”, solía decir en sus entrevistas. Ahora, sin embargo, no solo interviene en una operación privada, sino que lo hace como represalia política ante un medio que osó desafiarlo.

Lo que resulta aún más paradójico es que su gobierno parece desconocer el proceso administrativo habitual en este tipo de fusiones. La Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC) debe evaluar cualquier compra de esta magnitud, y el análisis suele demorar meses antes de que se tome una decisión. Milei, en cambio, decidió cortar de raíz la operación sin esperar un dictamen técnico, en una maniobra que recuerda más a los arrebatos de un caudillo que a la gestión de un estadista.

Clarín, víctima inesperada de su propio experimento

En el Grupo Clarín no disimulan su desconcierto. Durante meses, el holding mediático acompañó la agenda de Milei con un sesgo notoriamente favorable, minimizando la brutal represión en el Congreso o destacando cada supuesto “logro” económico del gobierno. Sin embargo, en la lógica binaria del Presidente, cualquier crítica –por mínima que sea– convierte automáticamente a un aliado en enemigo.

Para Magnetto, la decisión de frenar la compra de Telefónica representa un golpe estratégico que altera su plan de consolidación en el mercado de telecomunicaciones. Desde Telecom, la respuesta fue cauta, limitándose a un comunicado en el que afirmaron que esperarán la notificación formal para evaluar los pasos a seguir. Pero la señal ya está dada: el gobierno de Milei no duda en castigar a quienes no se alineen de forma absoluta con su discurso.

La pregunta que queda flotando es si este enfrentamiento será pasajero o marcará un quiebre definitivo entre el oficialismo y Clarín. En el pasado, Mauricio Macri también tuvo cortocircuitos con el Grupo, pero siempre supo cuándo ceder para evitar una guerra abierta. Milei, en cambio, parece incapaz de calcular las consecuencias de sus actos y gobierna a golpe de emociones descontroladas.

Una administración que desangra su propia base de apoyo

El episodio deja al descubierto un patrón preocupante: el Presidente no solo se enfrenta con la oposición, los sindicatos y el periodismo crítico, sino que también arremete contra sectores que, en teoría, lo apoyaban. Ya lo hizo con empresarios del agro, con gobernadores aliados y ahora con Clarín. En lugar de construir poder, lo destruye. En lugar de tejer alianzas estratégicas, profundiza conflictos innecesarios.

Si algo ha demostrado este gobierno en sus primeros meses es que no hay previsibilidad. Las reglas cambian de un día para otro según el estado de ánimo presidencial. Y lo que pasó con la compra de Telefónica por Telecom es solo un síntoma más de la inestabilidad que atraviesa la Argentina bajo el liderazgo de un Milei cada vez más encerrado en su propio laberinto de agravios y vendettas personales.

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