El gobierno de Javier Milei anuncia el fin del cepo cambiario como una medida de libertad económica, pero detrás del humo mediático se esconde una jugada desesperada para garantizar la bicicleta financiera y asegurarle dólares al capital especulativo.
Luis “Toto” Caputo anunció con bombos y platillos el levantamiento de las restricciones cambiarias. Sin embargo, mientras hablaba, el Banco Central ordenaba limitar la compra de dólares en efectivo a 100 por persona por mes, endureciendo aún más el cepo previo. La maniobra expone una vez más el cinismo de un gobierno que repite las peores recetas del macrismo y prepara el terreno para una nueva crisis de deuda.
El fin del cepo es una ficción peligrosa
Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, volvieron a hacer lo que mejor saben: disfrazar una brutal transferencia de riqueza como un acto de liberación económica. Esta vez lo hicieron prometiendo el levantamiento del cepo cambiario, utilizando como excusa una nueva deuda externa de 20.000 millones de dólares. Sin embargo, apenas unas horas después de que “Toto” lanzara su anuncio sonriente, el Banco Central emitía una resolución que limitaba a apenas 100 dólares mensuales en efectivo por persona las compras en ventanilla. Es decir, lo que se anunció como una apertura fue, en los hechos, un endurecimiento.
La trampa no es nueva, pero sí brutal. El anuncio fue tan vacío como engañoso. Se prometió el fin del cepo a “personas humanas”, sin restricciones. Pero apenas se levantaron las copas en los despachos oficiales, los bancos comenzaron a recibir instrucciones precisas: no vender más de 100 dólares en efectivo por mes. Antes, el límite era de 200. La “libertad” que proclama Milei no es más que una jaula con otro nombre.
Mientras tanto, los sectores financieros se preparaban para un lunes de caos: filas en los bancos, desesperación por cubrirse frente a una inflación galopante y un dólar oficial que flotaría entre las bandas de $1.000 y $1.400. Ya se hablaba de una cotización inicial en torno a los $1.320, pero todos sabían —como confesó un operador financiero— que “el dólar a mil no existe”. La verdadera cotización, la que fija el mercado ante el descontrol económico, supera ampliamente esos valores, con un tipo de cambio real que, según Alejandro Vanoli, ronda los $1.538.
Repetir 2018: otra vez la bicicleta, otra vez Caputo
Lo que Milei presenta como innovación no es más que una reedición, con menos maquillaje, del esquema de 2018. El mismo Caputo, en su rol de ministro de Finanzas de Macri, armó la bomba de tiempo que terminó explotando con el préstamo récord del FMI. Ahora vuelve con la misma lógica: endeudarse para permitir que capitales especulativos entren a jugar una timba con tasas altísimas en pesos, mientras los exportadores liquidan a menos de $1.400 y los importadores se avalanchan a comprar barato.
“Todas las velas puestas al carry trade”, ironizó Vanoli, quien advirtió que esta apertura irresponsable puede devorarse las pocas reservas disponibles del Banco Central. Y no está solo. Jorge Carrera, ex vicepresidente del BCRA, también advirtió que esta “liberación” es parcial y extremadamente riesgosa. Porque no se trata de una apertura general del cepo, sino de una habilitación selectiva para flujos futuros —es decir, para que ingresen dólares especulativos— sin tocar los stocks existentes. ¿El objetivo? Permitir que los grandes fondos se lleven dividendos trabados o se posicionen en pesos para luego volver a dolarizarse a precios subsidiados.
En criollo: se abren las compuertas para que los amigos de Caputo y del mercado financiero hagan su negocio, mientras al ciudadano de a pie se le restringe aún más el acceso a dólares. Ni siquiera los 200 mensuales que estaban vigentes bajo el cepo macrista están disponibles hoy. Para la clase media que intenta proteger sus ahorros, sólo hay restricciones. Para los fondos de inversión, está todo servido.
Una medida a contramano del mundo
La obsesión dolarizadora del gobierno de Milei no sólo es peligrosa: es anacrónica. En un mundo que fortalece sus monedas locales frente a la incertidumbre global, Argentina apuesta al suicidio financiero. Se devalúa en plena inflación creciente, sin resolver ninguna de sus causas estructurales. Se entrega la soberanía monetaria a cambio de una ilusión de estabilidad que, como ya vivimos en 2018, no dura más de unos pocos meses.
El nuevo esquema de flotación entre bandas no es más que una zona de libre saqueo. El techo de $1.400 está diseñado para que los exportadores liquiden sin pérdidas y para que los grandes jugadores financieros entren al juego del carry trade. Pero el impacto sobre la población será demoledor. Cada peso que se emite para sostener este delirio de tasas altísimas es más inflación. Cada dólar que se escapa para pagar los negocios de los especuladores es menos reservas para sostener importaciones esenciales. Y cuando el mercado vuelva a cerrarse, como inevitablemente ocurrirá, el costo de la nueva crisis lo pagarán los trabajadores, los jubilados y los sectores populares.
Cuentos viejos, consecuencias nuevas
El gobierno de Javier Milei está haciendo lo mismo que Macri, pero sin la capacidad de disimulo. Anuncia libertad mientras refuerza el control. Habla de dolarización mientras estrangula el acceso a divisas. Promete estabilidad mientras dispara una devaluación del 30%. Su relato libertario es sólo la coartada para entregar el país al capital financiero, sin protección, sin soberanía y sin plan de desarrollo.
Y lo más grave es que no se trata de un error, sino de un modelo. Esta “apertura” no es una medida aislada, sino parte de una lógica perversa: ajustar al pueblo para beneficiar a los grandes grupos económicos, endeudar al país para subsidiar a los especuladores, degradar al Estado para convertirlo en un apéndice del mercado. En este modelo, el cepo no se levanta: se transforma. Cambia de forma, se vuelve más selectivo, más injusto, más violento en su aplicación.
El fin del cepo es otra mentira más
El gobierno miente. Y lo hace con la convicción de quien cree que la comunicación vale más que la política. Pero detrás del marketing, lo que se impone es una realidad brutal: los argentinos no pueden comprar más de 100 dólares en efectivo, mientras los fondos especulativos se preparan para una nueva orgía de deuda, ganancias rápidas y fuga. Caputo no levantó el cepo. Lo transformó en una herramienta de exclusión y desigualdad.
En un país donde el dólar es sinónimo de refugio, seguridad y previsibilidad, restringir el acceso a la moneda extranjera para las mayorías mientras se lo garantiza a los grandes capitales no es una medida técnica: es una declaración de guerra de clases.
Fuente:
- https://www.lapoliticaonline.com/economia/levantan-el-cepo-y-se-espera-un-lunes-convulsivo/
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