¡No me quemés! Patricia Bullrich terminó usando el funeral de Francisco para pasear por Roma

Turismo VIP con fondos públicos: Patricia Bullrich y el show en el funeral del Papa. La ministra de Seguridad viajó al Vaticano para representar al gobierno argentino, pero terminó usando el evento para pasear por Roma en plena crisis nacional.

Patricia Bullrich lo hizo otra vez.
La ministra de Seguridad, que ostenta el cargo más delicado en materia de orden interno en un país devastado social y económicamente, utilizó un viaje de representación oficial para transformar su paso por Roma en una postal turística de privilegio. En el marco del funeral del Papa Francisco —una figura amada y respetada por amplios sectores populares de Argentina—, Bullrich no solo asistió como parte de la delegación, sino que aprovechó su estadía para recorrer sitios emblemáticos, disfrutar de la gastronomía italiana y exhibirse en actividades alejadas de cualquier protocolo institucional.

Las imágenes no tardaron en multiplicarse. Fotografías casuales, testimonios de transeúntes y publicaciones en redes sociales dieron cuenta de su presencia en zonas turísticas, cafés, restaurantes y paseos de compras. La ministra, indiferente al dolor de millones de argentinos que atraviesan la peor recesión de los últimos 20 años, mostró sin pudor una conducta que bordea la obscenidad política: turismo de lujo, solventado con recursos del Estado, mientras en Argentina la miseria, el desempleo y la violencia se expanden.

Un símbolo de la casta que juró combatir

El gobierno de Javier Milei, del que Bullrich forma parte como espada bruta, hizo campaña prometiendo el fin de los privilegios de «la casta». Sin embargo, sus principales figuras han demostrado reiteradamente que la supuesta austeridad solo se aplica hacia abajo: a los trabajadores, jubilados, científicos y docentes que ven sus ingresos pulverizados. Para la cúpula política, en cambio, siguen existiendo los viajes en primera clase, los viáticos millonarios, las comitivas innecesarias y los fines de semana extendidos en el exterior.

La actitud de Patricia Bullrich no es una excepción; es la regla. Cada viaje oficial es una excusa para un paseo personal. Cada acto de Estado, una oportunidad para la autopromoción. Esta conducta, además de cuestionable en términos éticos, constituye un pésimo mensaje político: mientras se pide «sacrificio» a la sociedad, los funcionarios disfrutan de privilegios medievales.

Funeral o puesta en escena

El funeral del Papa Francisco representaba una ocasión solemne. El líder espiritual argentino, más allá de cualquier diferencia ideológica, es una figura que convocó a miles de fieles, líderes mundiales y jefes de Estado. Argentina tenía el deber de rendir homenaje con respeto, sobriedad y dignidad.
Patricia Bullrich, lejos de encarnar esa actitud, utilizó el viaje como una oportunidad de exhibición personal. De las pocas imágenes oficiales que trascendieron, ninguna refleja un verdadero compromiso institucional: ni gestos de recogimiento, ni declaraciones relevantes, ni diplomacia activa. Solo presencia pasiva y, acto seguido, el turismo explícito.

Ni siquiera el dolor colectivo pudo atemperar el narcisismo político. El mismo narcisismo que la ministra cultiva desde hace años, priorizando su imagen por sobre cualquier consideración pública.

El costo de los caprichos ministeriales

Más allá del debate moral, la cuestión material también es relevante. ¿Quién financió el viaje? ¿Quién pagó los hoteles de lujo, las comidas, los traslados, los días adicionales de estadía? Como siempre en estos casos, la respuesta es sencilla: el pueblo argentino.

Mientras el gobierno recorta jubilaciones, cierra programas de salud mental, despide empleados públicos y paraliza becas universitarias, los viajes personales de los ministros siguen saliendo del bolsillo de los contribuyentes.
El doble estándar es brutal: ajuste para el pueblo, privilegios para la elite política que decía venir a terminar con los privilegios.

Bullrich, además, no es una funcionaria más. Es la responsable de garantizar la seguridad interna. En un país que registra un crecimiento alarmante del delito, las redes de narcotráfico, la violencia institucional y la protesta social por hambre, resulta insultante que su máxima autoridad de Seguridad dedique días enteros a actividades personales en Europa.

El desprecio a los símbolos nacionales

Patricia Bullrich no solo exhibió frivolidad en su viaje. También dejó en evidencia un profundo desprecio hacia los símbolos nacionales que no encajan en su visión ideológica. Francisco, tantas veces atacado por el sector ultraliberal al que hoy pertenece Bullrich, fue para ella una simple excusa. No hay respeto genuino, no hay duelo, no hay pertenencia. Solo una oportunidad más de figurar, de pasear, de consumir.

Para un país que sufre la desintegración social y la pérdida de sus principales referencias simbólicas, la ausencia de un verdadero gesto institucional de sus máximas autoridades resulta devastadora. No solo se deteriora la economía; también se erosiona el alma colectiva.

¿Quién le pone límite?

La pregunta que queda flotando tras este nuevo escándalo es evidente: ¿quién controla el uso de fondos públicos en los viajes oficiales? ¿Quién rinde cuentas?
En el gobierno libertario, que promueve la desregulación y el desmantelamiento del Estado, nadie parece estar dispuesto a controlar nada, salvo los salarios de los trabajadores y las universidades públicas.

Patricia Bullrich no es la excepción. Es el ejemplo más perfecto de la impunidad que impera en la nueva Argentina: ministros que pasean mientras el país se incendia. Funcionarios que hablan de «libertad» mientras viven a expensas del erario público. Y una elite que, en nombre de una supuesta revolución, reproduce las peores prácticas de la vieja política.

Nada nuevo bajo el sol romano.

Fuente:

  • https://www.perfil.com/noticias/politica/desde-la-fontana-di-trevi-bullrich-defiende-la-austeridad-y-evita-polemizar-por-el-gas-pimienta.phtml

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