Mientras el Gobierno de Milei anuncia ayudas millonarias para la reconstrucción de Bahía Blanca tras el temporal, surgen críticas sobre la gestión de los recursos y la falta de transparencia en el uso del préstamo del FMI.
El vocero presidencial Manuel Adorni defendió las medidas del Gobierno nacional para asistir a Bahía Blanca, pero sus declaraciones sobre el uso del préstamo del FMI generan más dudas que certezas. ¿Es realmente eficiente la ayuda o solo un parche mediático en medio de una crisis que exige soluciones estructurales?
El temporal que azotó Bahía Blanca el pasado viernes dejó a su paso una estela de destrucción, dolor y preguntas sin responder. Frente a la emergencia, el Gobierno de Javier Milei se apresuró a anunciar una serie de medidas para asistir a los afectados, desde el envío de insumos básicos hasta la aprobación de un fondo millonario para la reconstrucción. Sin embargo, detrás de la retórica oficial y las conferencias de prensa de Manuel Adorni, vocero presidencial, se esconde una realidad incómoda: la falta de claridad sobre el uso de los recursos y la sospecha de que las ayudas podrían ser más un gesto mediático que una solución efectiva.
En su habitual conferencia en la Casa Rosada, Adorni detalló con precisión casi burocrática las acciones desplegadas por el Gobierno nacional: desde la instalación de plantas potabilizadoras hasta el envío de un hospital móvil y la declaración de emergencia vial por 180 días. Sin embargo, cuando se le preguntó sobre la posibilidad de utilizar parte del préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) para financiar la reconstrucción de Bahía Blanca, su respuesta fue tan contundente como evasiva: “Antes de sugerir pavadas, tiene que entender que estamos trabajando en que los recursos del Gobierno Nacional disponibles lleguen correctamente y rápido”.
La frase, cargada de desdén, no solo refleja la actitud altiva del Gobierno frente a las críticas, sino que también evidencia una falta de transparencia en la gestión de los fondos públicos. ¿Por qué no considerar el uso del préstamo del FMI para una emergencia de esta magnitud? ¿Acaso no es ese el propósito de los recursos internacionales: apoyar al país en momentos de crisis? En lugar de responder a estas preguntas, Adorni optó por desviar la atención, cuestionando al gobernador Axel Kicillof sobre el uso de la pauta oficial en medios. Una estrategia que, lejos de aportar soluciones, solo profundiza la polarización política.
Pero el problema no termina ahí. Mientras Adorni se enreda en declaraciones y justificaciones, los habitantes de Bahía Blanca siguen esperando respuestas concretas. Sí, es cierto que el Gobierno envió colchones, frazadas y pastillas potabilizadoras. Sí, es cierto que se desplegaron puentes tácticos y maquinaria pesada para restablecer el tránsito. Pero ¿es eso suficiente? La ayuda inmediata, aunque necesaria, no puede ser un sustituto de un plan de reconstrucción a largo plazo que aborde las causas estructurales de la vulnerabilidad de la ciudad frente a los desastres naturales.
Aquí es donde el Gobierno de Milei parece quedarse corto. En lugar de presentar una estrategia integral que combine la asistencia inmediata con inversiones en infraestructura y prevención, se limita a anunciar medidas aisladas y fondos millonarios que, en muchos casos, tardan en llegar o se pierden en el laberinto de la burocracia. La ayuda de 10 mil millones de pesos aprobada por el Ministerio de Economía, por ejemplo, suena impresionante en papel, pero ¿cómo se distribuirá? ¿Quién garantiza que llegue a quienes más lo necesitan?
Adorni insiste en que “todas las áreas del Gobierno nacional permanecen abocadas” a la asistencia de los afectados, pero lo cierto es que la sensación de descoordinación y falta de liderazgo es palpable. Mientras el Presidente Milei viajó a Bahía Blanca para supervisar el operativo de emergencia, su presencia se limitó a un gesto simbólico, sin anunciar medidas concretas que vayan más allá de lo ya expuesto por su vocero.
Y luego está el tema del FMI. El Gobierno se jacta de haber firmado un nuevo acuerdo con el organismo internacional, presentándolo como un logro histórico que permitirá “reparar el daño generado por la política”. Sin embargo, cuando se trata de utilizar esos recursos para enfrentar una emergencia real, como la de Bahía Blanca, la respuesta es evasiva y hasta despectiva. ¿No es acaso esta una oportunidad para demostrar que el préstamo del FMI puede ser una herramienta útil para el desarrollo del país, y no solo un instrumento de ajuste fiscal?
En definitiva, lo que queda en evidencia es una gestión que prioriza la imagen sobre la sustancia. Mientras Adorni se esfuerza por proyectar una imagen de eficiencia y control, las víctimas del temporal siguen esperando soluciones reales y duraderas. La reconstrucción de Bahía Blanca no puede ser una “pavada”, como sugiere el vocero, sino una prioridad nacional que exige transparencia, coordinación y, sobre todo, un compromiso genuino con los afectados.
El Gobierno de Milei tiene la oportunidad de demostrar que está a la altura de las circunstancias. Pero, por ahora, lo único que ha demostrado es una habilidad para el discurso y una notable incapacidad para convertir las palabras en hechos. Bahía Blanca merece más que colchones y declaraciones. Merece un plan serio, transparente y efectivo que le permita reconstruirse no solo física, sino también social y económicamente. Y eso, lamentablemente, es algo que el Gobierno aún no ha sido capaz de ofrecer.
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