Las lluvias extremas que arrasaron Bahía Blanca y dejaron 16 muertos son la consecuencia directa del cambio climático y de la falta de infraestructura. Mientras el mundo toma medidas, el gobierno de Javier Milei niega la crisis y desfinancia áreas clave.
Un informe internacional advierte que el calentamiento global vuelve más frecuentes las lluvias torrenciales, como las que devastaron Bahía Blanca. Sin embargo, el gobierno de Milei insiste en desregular el medio ambiente y eliminar políticas de mitigación. ¿Cuántas tragedias más serán necesarias para que la negación deje paso a la acción?
Las calles de Bahía Blanca se convirtieron en ríos. Kayaks y botes reemplazaron a los autos en un escenario de devastación que dejó 16 muertos y cientos de familias sin hogar. La tragedia no fue un evento aislado ni impredecible: el cambio climático y la falta de infraestructura hicieron de esta ciudad un punto de colapso. Mientras la comunidad científica alerta sobre el aumento de fenómenos extremos, el gobierno de Javier Milei persiste en su cruzada negacionista y desmantela las políticas ambientales.
Un estudio del World Weather Attribution reveló que la catástrofe de Bahía Blanca fue alimentada por una combinación letal de calor extremo y humedad, ambos factores potenciados por el calentamiento global. Las temperaturas en el centro y norte de Argentina superaron los 40°C durante varios días antes de las lluvias, lo que generó una acumulación de humedad sin precedentes. Cuando una masa de aire frío de la Patagonia colisionó con esta burbuja de calor, el resultado fue una tormenta descomunal que descargó 300 mm de lluvia en solo seis horas.
La crisis climática es innegable, pero en la Casa Rosada prefieren mirar hacia otro lado. Desde su asunción, Milei ha desfinanciado áreas clave para la prevención de desastres naturales. Eliminó programas ambientales, recortó presupuestos en investigación científica y despidió a cientos de especialistas en meteorología y cambio climático. Su administración no solo ignora la evidencia, sino que también impulsa políticas que agravan la situación. La desregulación ambiental, la promoción del extractivismo y el desprecio por el planeamiento urbano hacen que ciudades como Bahía Blanca sean aún más vulnerables.
Los expertos han sido claros: sin inversión en infraestructura, Argentina enfrentará catástrofes cada vez más frecuentes y devastadoras. Bahía Blanca creció sin planificación y sin los sistemas de drenaje adecuados para soportar lluvias de esta magnitud. La urbanización acelerada, combinada con el abandono estatal, convirtió a la ciudad en un desastre anunciado. Aun así, el gobierno de Milei insiste en desoír las advertencias y continuar con su agenda de desregulación.
En 2023, Bahía Blanca ya había sufrido una tormenta con vientos de más de 150 km/h. Ahora, la ciudad enfrenta una crisis aún mayor. Los patrones meteorológicos extremos ya no son eventos aislados, sino parte de una tendencia global impulsada por la actividad humana. A pesar de ello, el gobierno argentino se alinea con posturas negacionistas y desmantela organismos de monitoreo y respuesta ante el cambio climático.
El informe del World Weather Attribution deja una advertencia clara: la frecuencia e intensidad de estos eventos seguirán aumentando. Sin políticas públicas que enfrenten esta crisis, la pregunta no es si volverá a ocurrir una tragedia similar, sino cuándo.
Milei y su equipo pueden seguir negando la realidad, pero el agua no entiende de ideologías. En Bahía Blanca, la negligencia gubernamental cobró 16 vidas. La historia se repetirá, con más muertos y más pérdidas, si no se revierte esta política suicida. ¿Cuántos cadáveres más necesita el gobierno para aceptar que la crisis climática es real?
Fuente:
Deja una respuesta