Una amenaza escrita a mano que reivindica la desaparición forzada y llama a “matar zurdos” fue colocada en un instituto de formación docente. Mientras Milei desmantela políticas de memoria, la comunidad educativa exige respuestas ante el silencio cómplice de las autoridades.
En el Instituto de Formación Docente Nº 35 de Monte Grande apareció una amenaza que evoca los métodos del terrorismo de Estado. “Traer algunos Ford Falcon verdes y hacerlos desaparecer”, se lee en una nota firmada con el perverso “Hagamos Patria. Es una promesa”. La dirección del establecimiento guarda silencio. El Gobierno nacional, mientras tanto, promueve un discurso negacionista, ataca políticas de derechos humanos y legitima la violencia con su retórica incendiaria. La comunidad educativa reacciona ante una avanzada que ya no se disimula: el fascismo quiere volver a las aulas.
La escena, en cualquier otro país con instituciones democráticas sólidas, sería considerada un escándalo nacional. En la Argentina gobernada por Javier Milei y Victoria Villarruel, sin embargo, parece una anécdota que se pretende sepultar con silencio administrativo. El pasado lunes 14 de abril, en los pasillos del Instituto Superior de Formación Docente “Profesor Vicente D. Abramo” Nº 35 de Monte Grande, provincia de Buenos Aires, alguien pegó una hoja de cuaderno escrita a mano con un mensaje inequívocamente fascista, que amenaza de muerte a docentes y estudiantes por su ideología política.
El texto, colocado a la altura de los ojos junto a las aulas donde se dictan clases de Historia y Formación Ética, no deja margen a la interpretación: “La única solución es erradicar a los zurdos de dicho lugar, ya sea matando a uno o traer algunos Ford Falcon verdes y hacerlos desaparecer. Hagamos Patria. Es una promesa”.
Sí, en pleno 2025, una amenaza que recupera sin tapujos los métodos del terrorismo de Estado, que reivindica la desaparición forzada como mecanismo para “limpiar” ideológicamente un espacio educativo. En cualquier democracia sana, esto sería un grito de alarma. En la Argentina de Milei, es apenas una nota más en una larga serie de síntomas de una enfermedad política que avanza sin freno: la negación del pasado reciente y la legitimación simbólica del genocidio.
Un silencio institucional que huele a complicidad
La gravedad del hecho no se reduce a lo que expresa el papel, sino a lo que no hicieron quienes debían reaccionar. A una semana del suceso, la dirección del instituto aún no emitió ningún comunicado oficial. No repudió la amenaza. No radicó la denuncia judicial correspondiente, a pesar de tratarse de un delito de acción pública. Pretende, según denunciaron docentes y estudiantes, “tapar todo”. Esa inacción no es inocua: en el marco de un gobierno nacional que promueve abiertamente el negacionismo, el silencio institucional se convierte en complicidad.
Luis Brunetto, historiador y profesor del instituto desde 2007, fue claro en sus declaraciones: “Estos hechos no pueden separarse del discurso fascista contra los ‘zurdos’ que deliberadamente propaga el gobierno negacionista de Milei y Villarruel, y del clima que crea Bullrich para legitimar que las fuerzas de seguridad disparen contra periodistas o apaleen jubilados”.
Es un diagnóstico tan certero como urgente. Porque cuando desde las máximas autoridades del país se justifica la violencia institucional, se banaliza la dictadura y se celebra a represores, la amenaza de Monte Grande no es un hecho aislado: es la consecuencia lógica de un clima político que estimula a los sectores más reaccionarios a salir de las sombras.
El Falcon verde como ícono del horror
La referencia al “Ford Falcon verde” no es casual ni simbólica: es el vehículo icónico de la represión clandestina durante la dictadura cívico-militar. Es el auto sin patente ni identificación estatal que secuestraba personas en la calle o en sus casas, que desaparecía vidas enteras sin dejar rastro. El Falcon es la pesadilla sobre ruedas de los años más oscuros de nuestra historia.
Que alguien, en 2025, dentro de un instituto de formación docente, proponga su regreso como método de “limpieza ideológica” no es una broma de mal gusto, es terrorismo simbólico. Y peor aún: es una señal concreta de que hay sectores que se sienten habilitados para reivindicar el genocidio como solución política.
Milei y la destrucción planificada de la memoria
El contexto nacional no hace sino potenciar la gravedad del hecho. Apenas unos días antes de que apareciera la amenaza, el gobierno de Javier Milei había prohibido actos conmemorativos en el Faro de la Memoria de Mar del Plata, tras censurar la presentación del artista Milo J. A esto se suma el anuncio del ministro de Defensa, Luis Petri, que confirmó su intención de cerrar la CONADI (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad), una institución clave para la restitución de nietos apropiados durante el terrorismo de Estado.
No son hechos aislados: forman parte de una avanzada negacionista articulada desde el poder, que busca desarticular los pilares de la memoria colectiva para habilitar un nuevo sentido común reaccionario. Un discurso donde “zurdos”, “planeros”, “adoctrinadores” y “enemigos de la patria” son convertidos en blancos legítimos para el odio, la violencia y, eventualmente, la represión.
La comunidad que no se calla
Frente a este panorama desolador, no todo es parálisis. La comunidad educativa del Instituto N° 35 ha comenzado a organizarse. El miércoles posterior a la amenaza realizaron una asamblea; el lunes siguiente se llevó adelante una sentada organizada por estudiantes de la carrera de Educación Especial, y se prevé una nueva asamblea general para definir un plan de acción.
Emanuel Denett, vicepresidente del Centro de Estudiantes, lo dijo con contundencia: “Llamamos a las comunidades educativas de todos los institutos y universidades, a los sindicatos docentes y a todo el movimiento obrero a pronunciarse. Al fascismo hay que pararlo antes de que sea tarde”.
Ese llamado resuena como una alarma. Porque los Falcon verdes no están en las calles, pero sus fantasmas caminan por los pasillos. Porque la amenaza no fue escrita con sangre, pero sí con la tinta ideológica de un régimen que desprecia los derechos humanos. Porque, como advirtió Brunetto, “no podemos quedarnos cruzados de brazos ni minimizar estos hechos”.
El huevo de la serpiente ya se rompió
Los discursos de odio no son solo palabras: son la antesala del crimen. La historia argentina es testigo de lo que ocurre cuando se naturaliza el odio como forma de hacer política. Y lo que está ocurriendo en Monte Grande no es una excepción, es una advertencia.
Hoy es una nota en una pared. Mañana, si no se detiene esta avanzada, será un ataque físico. Después, quizás, una muerte. Porque el fascismo no entra por la puerta grande: se cuela por los intersticios de la indiferencia, se instala en los silencios, se multiplica cuando se lo deja actuar impunemente.
En un país con 30.000 desaparecidos, la frase “hacerlos desaparecer” no puede pasar inadvertida. No es solo una amenaza, es una provocación histórica. Es un intento de restaurar, aunque sea simbólicamente, el aparato represivo que costó sangre, vidas y décadas de lucha por la memoria, la verdad y la justicia.
La reacción no puede ser tibia. No hay equidistancia posible entre víctimas y victimarios, entre memoria y olvido, entre educación y censura. Frente al odio organizado, la respuesta tiene que ser una sola: resistencia activa. Porque si dejamos que el Falcon vuelva, aunque sea en palabras, es porque habremos aceptado que el fascismo ya no necesita disfrazarse para caminar entre nosotros.
Fuente:
- https://www.eldiarioar.com/politica/traer-falcon-verdes-hacerlos-desaparecer-docentes-estudiantes-denuncian-amenaza-fascista-instituto-educativo_1_12230861.html
- https://www.ambito.com/informacion-general/amenazaron-alumnos-un-profesorado-monte-grande-traer-algunos-ford-falcon-verdes-y-hacerlos-desaparecer-n6135197
- https://www.pagina12.com.ar/818756-un-cartel-con-la-promesa-de-erradicar-a-los-zurdos
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