La fuerza imparable de la memoria: Una jornada donde el pueblo argentino le dijo no al negacionismo de Milei

A 49 años del golpe, una multitud histórica en Plaza de Mayo gritó «Nunca Más» frente a un Gobierno que banaliza el terrorismo de Estado y recorta derechos.

Mientras el oficialismo difundía videos revisionistas y anuncios vacíos, cientos de miles marcharon junto a Madres y Abuelas. El ajuste a los organismos de derechos humanos, el desmantelamiento de la Conadi y el ataque a la educación pública no pudieron silenciar el reclamo de Memoria, Verdad y Justicia.

El pueblo no olvida: la Plaza como trinchera contra el negacionismo oficial

La imagen es contundente: Taty Almeida, con sus 94 años, levanta el puño frente a una marea humana que corea «¡30.000 desaparecidos, presentes!». A su lado, Estela de Carlotto celebra la restitución de dos nuevos nietos —ya son 139— mientras denuncia el desguace de la Conadi y el Banco Nacional de Datos Genéticos. No es un acto más. Es la respuesta vibrante de un pueblo que rechaza el revisionismo histórico de Javier Milei y Victoria Villarruel, empeñados en reducir el terrorismo de Estado a una «guerra» y en desfinanciar cada política de memoria.

El Gobierno eligió el 24 de marzo para lanzar su provocación: un video con Agustín Laje negando el genocidio y un anuncio tramposo sobre la «desclasificación» de archivos —ya iniciada en 2010 por Cristina Kirchner—. Pero la estrategia fracasó. La Plaza de Mayo, colmada de jóvenes, sindicatos y familias, dejó en claro que la memoria no se negocia. «Milei y Villarruel pretenden borrar la historia, pero tienen enfrente la fuerza de un pueblo que no claudica», gritó Almeida.

El ajuste a los derechos humanos: la motosierra llega a la memoria

Detrás de la épica multitudinaria, hay una realidad oscura: el Gobierno desmantela sistemáticamente los organismos que garantizan justicia. La Secretaría de Derechos Humanos fue vaciada, los sitios de memoria están en riesgo y ya no hay equipos para investigar archivos militares. «Este Gobierno desprecia a las víctimas», acusó Adolfo Pérez Esquivel, mientras denunciaba el hambre y la entrega de recursos naturales.

El caso más brutal es el de las Abuelas de Plaza de Mayo. Mientras Estela de Carlotto anunciaba nuevas restituciones, el Ejecutivo recortaba el 70% del presupuesto de la Conadi. «La apropiación es una desaparición forzada que continúa hasta que se restituya la identidad», recordó Carlotto, en un claro mensaje a Villarruel, quien hasta hoy cuestiona el número de desaparecidos.

La provocación oficial vs. la unidad popular

Frente al escenario, una pancarta verde con la foto de Norita Cortiñas —fallecida en 2024— recordaba que «un pueblo unido jamás será vencido». La consigna no es casual: esta fue la primera marcha unificada desde 2006, con la CGT, movimientos sociales y partidos opositores marchando juntos. «Es la respuesta al ajuste y a la represión», dijo Eduardo Tavani, de la APDH.

Mientras el Gobierno insiste en su relato de «excesos» —como el spot de Laje o el intento de equiparar víctimas con verdugos—, las calles demostraron que el negacionismo no pasa«Vi la misma luz en los ojos de los jubilados y los pibes secundarios: es la semilla que plantaron las Madres», reflexionó Luis Bruschtein.

La memoria como resistencia

A 49 años del golpe, el mensaje es claro: Milei puede desfinanciar organismos, ridiculizar a las víctimas y alinear su discurso con el de los genocidas, pero no podrá borrar lo que las Madres construyeron. «Nos quieren muertas, pero estamos más vivas que nunca», desafió Taty Almeida.

La marcha del 24 no fue solo un ritual. Fue la prueba de que la memoria es el último bastión contra el fascismo. Y mientras el Gobierno insiste en su revisionismo, el pueblo ya eligió su respuesta: «Nunca Más» no se negocia.

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