Mientras el gobierno celebra la salida del cepo y promete “crecimiento”, los comedores populares reciben cada vez más trabajadores, jubilados y familias que ya no logran cubrir el plato de comida diario.
La postal se repite de norte a sur, de barrios populares a calles asfaltadas de clase media: trabajadores en actividad, jubilados con casa propia, madres solteras y repartidores a pedal se acercan cada vez más a los comedores comunitarios. No por solidaridad, sino por necesidad.
En paralelo, el gobierno nacional brinda conferencias de prensa eufóricas celebrando la salida del cepo como si fuera un acto de liberación, cuando en realidad para millones significa más ajuste, más precariedad y más hambre.
La escena del mediodía del Viernes Santo en Villa Crespo es paradigmática. A metros de cafés pintorescos donde aún sobrevive el espejismo del consumo, una fila de vecinos deja tuppers vacíos en el comedor “Osvaldo Pugliese” para volver una hora más tarde por puré y medallones de pollo. Ya no son solo personas en situación de calle: hay empleados registrados, jubiladas con aportes, repartidores de apps y obreros. Todos tienen en común algo brutal: trabajan o trabajaron, pero no les alcanza para vivir.
Ezequiel Cáceres, delivery en Rappi, resume la tragedia: “Trabajo 8 o 12 horas y no llego. La comida me la llevo de acá”. Cobra unos 40.000 pesos por día, pero el alquiler, los servicios y la inflación devoran cada billete como si fueran papel. A su lado, albañiles, empleadas de comercio y jubilados esperan su turno. La organización que coordina el comedor ya no habla de marginalidad, sino de exclusión sistémica: dos tercios de quienes asisten hoy tienen empleo o pensiones.
En la Ciudad de Buenos Aires, una familia tipo necesita más de 1.800.000 pesos mensuales para ser considerada clase media, según el IDECBA. Pero eso no se traduce en el discurso oficial. Para Javier Milei y su gabinete de CEOs, el número mágico es el del dólar. Lo demás es “ruido”.
Mientras tanto, Gerardo Amávile, a punto de jubilarse con 22 años de aportes, fue una de las 242.000 personas que quedaron fuera del régimen previsional tras la eliminación de la moratoria. “Este gobierno me tiró abajo, me deprimió”, dice. Recibe la PUAM, que apenas llega al 80% de la jubilación mínima, y vive en el comedor de una amiga. Es la cara invisible de una tragedia silenciosa: ocho de cada diez varones no podrán jubilarse.
La lista sigue. Elvira, 75 años, casa propia y jubilación mínima. Rodrigo, 50 años, discapacidad, pensión insuficiente. Claudio, 61, albañil sin trabajo, come gracias a lo que le regalan en una panadería. Todos relatan un deterioro profundo, no solo económico sino anímico. La desesperanza es palpable.
En los barrios del conurbano, donde el Estado nacional ha retirado sus políticas sociales, la situación es todavía más grave. “Antes hacíamos 150 viandas, ahora 400 y no alcanzan”, cuenta Victoria La Luz del comedor Los Ceibos en González Catán. “Vienen los de siempre, pero también los nuevos: obreros, jubilados, gente que jamás pisó este barrio de calles de tierra”.
El Estado no solo abandonó a los más pobres: está empujando a sectores históricamente protegidos hacia la indigencia. Los trabajadores formales, los jubilados con historia laboral, las madres que luchaban por mantener un mínimo de dignidad. Todos están cayendo.
El Centro Comunitario “Vivan los Sueños Felices” en San Martín redujo sus cenas semanales de cinco a tres por falta de alimentos. “Hacemos rifas, torneos, lo que sea para sostener las ollas”, relatan sus referentes. En la Argentina de la motosierra, hasta la comida se terceriza.
Pero para el gobierno, la noticia no está ahí. La noticia es el dólar. La noticia es el superávit fiscal. La noticia es una macroeconomía que pisa los números del Excel, mientras pisa la cabeza de los más vulnerables.
La clase media no desapareció: la están desapareciendo. Dejó de ser un mito para transformarse en una fila. Una fila de tuppers vacíos esperando lo básico: comida. Y si ese no es el colapso de un modelo económico, ¿qué lo sería?
Títulos alternativos:
Estilo Rodolfo Walsh:
- Crónica de una clase media en extinción
- Las viandas del ajuste
Estilo The New York Times (traducción libre):
- Argentina’s Middle Class Joins the Hunger Line
- When a Job Isn’t Enough to Eat
Estilo Telediario / más directo:
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