Milei devalúa y sube la edad jubilatoria, al ritmo del FMI: Ahora quiere que los argentinos trabajen hasta la muerte

El gobierno que juró no tocar el tipo de cambio lo pulverizó en cuestión de horas. Javier Milei, quien denostaba a quienes advertían sobre una devaluación, finalmente cedió al guion impuesto por el Fondo Monetario Internacional. En paralelo, se cocina el proyecto de elevar la edad jubilatoria en una Argentina empobrecida. El relato se cae, el ajuste avanza y el modelo colapsa. Todo esto lo denuncia con claridad Roberto Navarro en su editorial de El Destape, revelando el verdadero rostro del experimento libertario: un brutal saqueo orquestado por el poder financiero internacional.

El presidente que prometió “dinamitar” la casta política y liberar a los argentinos del yugo estatal acaba de rendirse, sin condiciones, ante el Fondo Monetario Internacional. Javier Milei, quien insultó con ferocidad inusitada a quienes osaban predecir una devaluación, hoy entrega el valor del peso como ofrenda a sus patrones de Washington. Así lo expuso sin rodeos Roberto Navarro en su última editorial, donde no solo denunció la abrupta devaluación del peso, sino también el acuerdo para elevar la edad jubilatoria en medio de una crisis inflacionaria devastadora.

Las cifras son tan crudas como el giro discursivo del libertario. Mientras hace apenas semanas juraban que el tipo de cambio no se tocaría, el dólar pasó de 600 a 1250 pesos. Un salto que pulveriza salarios, multiplica la pobreza y deja al descubierto la hipocresía de un gobierno que eligió gobernar con odio, marketing y obediencia ciega al FMI.

Según Navarro, la situación llegó a un punto de quiebre. El supuesto “Plan de Estabilización” que vendían desde Economía no era más que una farsa. La realidad es que el gobierno se quedó sin dólares, sin respaldo político, sin margen económico y sin rumbo. Fueron 18 jornadas consecutivas de pérdida de reservas. Un abismo que solo pudo esquivarse gracias a la intervención de último momento del FMI, con un salvavidas envenenado: 20 mil millones de dólares, de los cuales 15 mil ingresan ahora y 5 mil quedarán para después. A cambio, la cesión total del timón económico.

Milei, que se burlaba de los “chantas” y “mandriles” que alertaban sobre una devaluación, terminó arrodillado frente a Lagarde y su troupe de burócratas financieros. “Ahora manda el FMI”, sentencia Roberto Navarro, y no hay forma de maquillarlo. La política monetaria, el tipo de cambio, las tasas de interés, el gasto público, los salarios, todo queda subordinado a los dictámenes del organismo internacional.

Y lo peor está por venir. Porque este acuerdo no solo implica una devaluación inmediata —inflacionaria, recesiva y regresiva— sino también una avanzada brutal contra los derechos de los trabajadores. Entre las exigencias del Fondo se incluye nada menos que el aumento de la edad jubilatoria, una medida profundamente injusta en un país donde la informalidad laboral supera el 45% y la expectativa de vida para los sectores más humildes no llega a los 70 años.

Es decir, mientras se recortan subsidios, se licúan jubilaciones y se liberan ganancias empresariales, se pretende que el pueblo trabajador cargue con el peso de la crisis. ¿Quién se jubilará a los 67 años en un país donde millones no logran completar los 30 años de aportes por la precarización laboral estructural? Esta no es una reforma previsional: es una sentencia de muerte anticipada para una enorme porción de la población.

Navarro lo explica con claridad. Este “nuevo plan” que festejan Milei y Caputo como si fuese la panacea es, en realidad, un salvataje a la especulación financiera y un tiro de gracia al tejido social argentino. Se pisarán los salarios, se subirán las tasas de interés, se ajustará aún más el gasto público, se mantendrá el cepo disfrazado de “flexibilización” para algunos pocos. Y todo esto en un contexto donde los alimentos ya aumentan al 6% mensual, donde el dólar no encuentra techo, y donde la credibilidad del gobierno cae a la velocidad del derrumbe del peso.

El relato del gobierno, ese discurso libertario inflado de épica y odio de clase, se hace trizas frente a la realidad. Porque no hay ningún “levantamiento del cepo”, como intenta instalarse desde los medios oficialistas. Lo que hay es una apertura parcial para individuos, mientras las empresas siguen atrapadas en una maraña regulatoria. A lo sumo, se les permite girar utilidades a partir de balances futuros. El grueso de las restricciones se mantiene. Lo único que realmente cambia es que los grandes fondos financieros vuelven a tener margen para la timba en un país otra vez endeudado hasta la médula.

    Y ese es otro de los puntos neurálgicos del análisis de Navarro: el nuevo acuerdo con el FMI deja al país completamente expuesto al default. Entre 2026 y 2029, Argentina deberá devolver 33 mil millones de dólares. Pero solo recibirá 5 mil en ese período. La lógica es perversa y conocida: se comen los dólares ahora, para intentar estirar la agonía hasta las elecciones de medio término, y después… el abismo. Otra vez.

    Mientras tanto, los mercados festejan. Suben los bonos, suben las acciones, sube el dólar. Hay fiesta en las cuevas, en las torres de Puerto Madero y en las oficinas de los brokers internacionales. Pero en los barrios populares hay hambre, incertidumbre y desesperanza. La fiesta no es para todos. Es para ellos. Y el precio lo pagamos nosotros.

    Este escenario descripto con crudeza por Roberto Navarro no es un accidente ni una desviación del plan libertario: es su núcleo, su esencia. El gobierno de Milei no vino a corregir errores del pasado, sino a profundizar el saqueo. No vino a combatir privilegios, sino a redistribuir el poder en favor del capital financiero. No vino a liberar a nadie: vino a entregarlo todo.

    Y lo más grave es que, como señala Navarro, Milei ya quemó herramientas fundamentales. Dinamitó la confianza pública, destruyó el tejido institucional, erosionó la legitimidad de la palabra presidencial. Su palabra ya no vale nada. Prometió no devaluar, y devaluó. Prometió que el dólar caería a 600, y lo llevó a 1250. Prometió crecimiento, y nos deja recesión e inflación. Prometió que la casta pagaría el ajuste, pero el ajuste cae sobre los trabajadores, los jubilados, los estudiantes y los pobres.

    Todo esto no es un error. Es un plan. Un plan que no se puede ejecutar sin mentiras, sin traiciones y sin violencia económica. Hoy lo vemos con claridad: la revolución libertaria es, en realidad, una restauración neoliberal brutal. Una que nos devuelve al lugar de colonia financiera, donde el poder real reside en Washington y el pueblo argentino solo tiene el rol de pagar los platos rotos.

    En este contexto, la denuncia periodística cobra una urgencia vital. Editoriales como la de Roberto Navarro no solo informan: interpelan, sacuden, despiertan. Porque no se trata solo de entender lo que pasa, sino de no naturalizarlo. No podemos acostumbrarnos a que cada vez que el FMI interviene, se destruyen generaciones. No podemos resignarnos a trabajar hasta morir para que los fondos buitres celebren con champán.

    La devaluación es apenas el comienzo. Lo que sigue es un país más pobre, más desigual y más endeudado. Y si no lo frenamos ahora, pronto no quedará nada por defender.

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