Córdoba se Pintó de Orgullo y Resistencia: La Marcha que Desafió al Discurso de Odio

Miles de cordobeses tomaron las calles en una multitudinaria marcha que combinó la celebración de la diversidad con la lucha antifascista, en un claro mensaje contra las políticas excluyentes del gobierno nacional.

En una jornada histórica, la ciudad de Córdoba fue escenario de una movilización que unió las banderas del orgullo LGBTQ+ y la resistencia antifascista. Analizamos las claves de una marcha que reflejó el descontento social frente a un gobierno que muchos acusan de promover la división y el odio.

Córdoba, conocida por su tradición conservadora, sorprendió este fin de semana al convertirse en el epicentro de una de las movilizaciones más masivas y significativas de los últimos tiempos. La Marcha del Orgullo y el Antifascismo reunió a miles de personas en las calles del centro de la ciudad, en una clara demostración de que la lucha por los derechos LGBTQ+ y la resistencia contra el discurso de odio no conocen fronteras.

Desde temprano, la Plaza San Martín se llenó de colores, música y consignas que resonaron con fuerza. «Córdoba diversa, Córdoba antifascista», «No al ajuste, no al odio», fueron algunas de las frases que se escucharon a lo largo de la tarde. La marcha no solo fue un espacio de celebración de la diversidad, sino también una crítica contundente a las políticas del gobierno de Javier Milei, que muchos consideran regresivas y excluyentes.



Según un informe publicado por La Voz del Interior, la movilización reunió a más de 50.000 personas, cifra que superó ampliamente las expectativas de los organizadores. «Es una respuesta contundente a un gobierno que quiere imponer su agenda de exclusión», afirmó Juan Pérez, uno de los coordinadores del evento. La nota destaca que, además de las organizaciones LGBTQ+, participaron sindicatos, movimientos sociales y partidos políticos de oposición, lo que refleja un amplio frente de resistencia.

Por su parte, Córdoba 12 centró su cobertura en las tensiones entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad. Aunque la marcha transcurrió en su mayoría de manera pacífica, hubo momentos de confrontación, especialmente cuando un grupo de manifestantes intentó acercarse a la Casa de Gobierno provincial. «El gobierno está utilizando la represión como herramienta para silenciar las protestas», denunció un dirigente de la izquierda cordobesa en declaraciones recogidas por el medio.

En Día a Día, la mirada fue más crítica hacia los organizadores de la marcha. El artículo cuestiona la inclusión de consignas antifascistas en un evento que tradicionalmente se centraba en los derechos LGBTQ+. «¿No se corre el riesgo de diluir el mensaje principal?», se preguntaba el editorialista. Sin embargo, esta postura fue rápidamente rebatida en las redes sociales, donde usuarios destacaron que la lucha contra el fascismo y la defensa de los derechos de las minorías son dos caras de la misma moneda.

En las redes sociales, la marcha fue trending topic durante todo el día. En Twitter, hashtags como #CórdobaDiversa y #NoAlFascismo se mantuvieron en los primeros lugares, mientras que en Instagram, las fotos y videos de la movilización acumularon miles de likes y comentarios. «Es increíble ver tanta gente unida por una causa común», escribió un usuario en Facebook. «Esto demuestra que el pueblo no se va a quedar callado», agregó otro.

Pero no todo fue celebración. En La Mañana de Córdoba, un artículo editorializó sobre el «riesgo de politización excesiva» de la marcha, argumentando que eventos como este deberían mantenerse alejados de las disputas partidarias. Esta postura, sin embargo, fue duramente criticada por activistas y analistas políticos, quienes señalaron que en un contexto de recortes presupuestarios y ataques a los derechos laborales, es imposible separar la lucha por la diversidad de la defensa de la democracia.

Lo cierto es que la Marcha del Orgullo y el Antifascismo en Córdoba dejó en evidencia las profundas grietas que atraviesan a la sociedad argentina. Por un lado, un gobierno que apuesta a la liberalización económica y a un discurso que muchos califican de autoritario. Por el otro, una ciudadanía que se organiza y resiste, defendiendo sus conquistas sociales y políticas. En este escenario, la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar el gobierno de Milei para imponer su agenda?

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