El gobierno de Javier Milei avanza con su plan de desmantelamiento del Estado y ha dado un nuevo paso hacia la privatización de una de las instituciones financieras más importantes del país. En un movimiento que recuerda a las políticas neoliberales del menemismo, el Banco de la Nación Argentina ha sido transformado en una Sociedad Anónima, un atajo legal que allana el camino para su futura venta.
La decisión fue publicada en el Boletín Oficial y, aunque no se anunció de manera directa como una privatización, para el diputado nacional Carlos Heller el trasfondo es claro: «El presidente nos dijo con absoluta transparencia y sinceridad que él era un topo infiltrado en el Estado para destruirlo desde adentro. Y esto es parte de ese plan».
Un plan que el Congreso rechazó, pero que el Gobierno busca imponer por la fuerza
El intento de privatizar el Banco Nación ya había sido rechazado por el Congreso cuando fue excluido de la llamada «Ley Bases», pero el oficialismo insiste con su desguace por otros medios. «Como no pudieron venderlo de manera directa, ahora lo convierten en sociedad anónima, y luego irán vendiendo sus acciones de manera progresiva», advirtió Heller.
Esta estrategia no es nueva. Durante la década del ’90, el menemismo privatizó numerosos bancos provinciales, dejando a muchas jurisdicciones sin entidades financieras públicas. «Hay localidades donde solo está el Banco Nación y el Credicoop, porque los privados se han ido», explicó el diputado. En otras palabras, cuando el negocio no es rentable, el mercado se retira, y el Estado es quien debe garantizar la presencia bancaria en esos territorios. Si el Nación es privatizado, muchas comunidades quedarán sin acceso a servicios financieros esenciales.
El Banco Nación, clave para el desarrollo productivo
El Banco Nación es la principal entidad financiera del país. No solo tiene la red de sucursales más grande de la Argentina, sino que además cumple un rol estratégico en el financiamiento de pequeños productores agropecuarios y pymes. Su función no es la mera rentabilidad, sino el fomento de sectores que, de otro modo, quedarían a merced de la especulación financiera.
Heller lo explicó con claridad: «Las empresas del Estado Nacional tienen que definirse por el rol que cumplen, no por si son un buen negocio. Y el Banco Nación es el banco de fomento por excelencia».
Si la entidad pasa a manos privadas, sus prioridades cambiarán. En lugar de otorgar créditos accesibles para el desarrollo productivo, se orientará a maximizar ganancias para sus nuevos dueños. No es una simple reorganización administrativa: es el comienzo de un vaciamiento.
Un modelo que ya fracasó y un gobierno que insiste en repetirlo
La historia reciente demuestra que la privatización de empresas estratégicas solo benefició a grandes grupos económicos, mientras el pueblo pagó las consecuencias. YPF, Aerolíneas Argentinas y los ferrocarriles son ejemplos de lo que sucede cuando se cede al mercado el control de servicios esenciales. En todos los casos, el Estado tuvo que volver a intervenir tras el colapso de la gestión privada.
El desmantelamiento del Banco Nación es parte de una política más amplia: Milei busca reducir el Estado a su mínima expresión, sin importar las consecuencias para la mayoría de los argentinos. Mientras tanto, el Congreso y la sociedad deben decidir si permitirán que este avance continúe o si pondrán un freno antes de que sea demasiado tarde.
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